lunes, 17 de marzo de 2008
El Presente. Tiempo de la acción
Las pretensiones que me mueven a esta meditación son, en primer lugar, reflexionar sobre el presente y sus características y, en segundo lugar, analizar la actitud histórica con la cual se configura la acción en el presente. Y, todavía como introducción, quiero detenerme un momento en el título mismo de esta meditación: "Presente, tiempo de la acción". Pareciera que con este título, estoy propiciando el cumplimiento de algo que se oye muy a menudo y que se podría sintetizar en lo siguiente: "Basta de palabras"; "Ya está bueno de hablar, ahora hay que actuar"; "Está bueno que, de una vez por todas, nos demos cuenta que corresponde actuar; este es el momento de la acción". Pues bien, a lo que quiero llegar, a lo largo de esta meditación, es a descubrir la falacia inmensa que, a veces, se esconde detrás de este: "basta de palabras; hay que actuar".
Comenzaré, pues, estudiando algunas características del presente; y me remito para esto a la experiencia que todos tenemos, es decir, a pensar cómo sentimos el presente. Tal vez una de las dimensiones con que se nos presenta el presente es esta sensación de impacto tremendo, a veces con aspecto catastrófico, de un tiempo que se nos viene encima. Es corriente también que oigamos decir que "la Historia nos toma la delantera"; que quedamos casi aplastados por el curso vertiginoso que tiene el presente en nuestro tiempo. Acostumbro usar una imagen para describir esta impresión impetuosa del presente: Se trata de la rompiente histórica; Nosotros estamos justamente en la rompiente de la historia. Formamos parte de esta gran ola que se viene y se nos viene encima y que está permanentemente rompiendo. Si pensamos en la situación del bañista que se encuentra ante la rompiente, vemos que hay tres actitudes posibles que, por cierto, encuentran su correspondencia en la actitud histórica. Una es "hacerle el quite", actitud que corresponde a aquella persona que intenta marginarse del curso de la historia, que quiere dejar que los acontecimientos sigan su curso y él ser su espectador o bien, negarse ante ellos para, y por no querer verlos; "hacerle el quite a la historia" y sus problemas es una actitud por demás engañosa, porque no podemos marginarnos de la historia sin claudicar de nuestra condición de persona.
Otra posibilidad es caer arrastrado por la historia, como la persona que no sabe enfrentarse con la ola y, recibiendo su gran impacto, es arrastrado hasta quedar exánime en la playa, o bien, ser devorado por la misma ola y desaparecer para siempre en las profundidades inconmensurables del mar de la historia. A este hombre, la historia lo ha arrastrado; de ningún modo, podríamos decir que es consciente de este acontecimiento que es ser llevado por la ola; no, más bien el golpe lo ha hecho perder su conciencia; está inconsciente, e inconsciente es arrastrado por la ola para acá y para allá.
Queda todavía una tercera posibilidad, y es la de la persona que sabe enfrentarse diestramente con la ola; que no "le hace el quite", que acepta el reto y el riesgo que ello implica; que tampoco es arrastrado ni sumergido por ella, sino que enfrentándola la supera y, al superarla, sale arriba; está en la rompiente, pero ha salido arriba; Este Salir arriba, cuando estamos en el tiempo, significa precisamente enseñorearse en el tiempo, es decir, poner su perspectiva sobre el curso de los acontecimientos, tal como lo hace la persona que, después de la zambullida, ha sido capaz de sacar la cabeza a la superficie y dominar el embate de la ola.
Pero a esta primera imagen del presente como rompiente histórica, también se puede añadir otra que es la magnitud de complejo inextricable, de embrollo con que se nos presente el presente. ¿Quién podría en este momento, con diafanidad, hacer un análisis certero de todas las implicaciones que tiene cualquier acontecimiento del presente? Son tantas las fuerzas históricas que aquí y ahora están comprometidas; son tantos los antecedentes que sería necesario encontrar para conseguir la ansiada explicación; el área del pasado que está comprometida con cada presente es tan inmensa que uno queda perplejo ante esta situación, no sólo de complejidad, sino más aún -yo diría- de confusión con que se presenta el presente. ¿Quién puede dar un diagnóstico certero de cualquier hecho histórico presente o pasado? Hay que hacerse también parte de esta dimensión del presente: de su confusión, su complejidad, su embrollo; de las múltiples líneas de fuerza histórica que, habiendo construido este presente, le dan este rasgo tan peculiar
Pero, así como frente a la ola había actitudes posibles, también frente a esta dimensión del presente se pueden proponer otras. El curso de la historia, este proceso que va definiendo los acontecimientos, llega a un momento en que tiene un natural o imprevisto desenlace. Ahora bien, el desenlace de una situación histórica significa que lo que antes estaba enlazado, es decir, complicado, confuso, ha resultado en una mayor claridad; se ha hecho patente una situación que, con respecto a la anterior situación confusa, significa haber puesto algo de luz. Pues bien, nosotros estamos permanentemente en esta actitud de poner desenlaces a la historia, de aclarar la historia; no otra cosa queremos decir cuando expresamos que una brillante inteligencia ilumina, alumbra la historia.
Una manera aún más precisa para referirse a esta misma situación, la podemos obtener cuando pensamos que el pasado tiene las características de una gran madeja, de una madeja de la cual necesitamos sacar una hebra, con la cual-también muchas veces se dice- “bordamos la trama de nuestra propia historia". Este "bordar la trama de nuestra propia historia" es disponer de una hebra que uno ha sacado del pasado y que es la que nos da la posibilidad de participar en la historia, pero para sacar esta hebra del pasado, para desenvolver la madeja, es necesario resolver el problema; es por eso que, así como frente a la rompiente ponía como actitud positiva la superación de esa impresión caótica, que proviene del presente cuando se avalancha sobre uno, así, frente a esta segunda dimensión de la complejidad del presente, propongo como actitud positiva el resolver. Siempre está uno resolviendo situaciones, es decir, tratando de aclarar las situaciones contusas que presenta el presente en toda su complejidad. Y esto es válido para cualquier momento histórico; habrá momentos en que la complejidad o la magnitud de la rompiente sea mayor o menor, pero nunca nos encontramos con un presente que no participe de estas características, y es por eso que consecuentemente la actitud de superación o la actitud de resolución es siempre no solamente válida, sino también necesaria para enfrentar el presente.
Hasta este momento, las características enunciadas del presente y las actitudes correspondientes1 significan más bien una relación de pasado presente. Pero cualquiera se da cuenta que el presente y lo que en él acontece no es solamente algo que esté relacionado con el pasado; el futuro también cuenta, y muchísimo, en un análisis del presente.
Quiero poner algunos ejemplos en esta presentación teórica que nos sirvan para subrayar las características ya señaladas o el tipo de relación que se establece entre el presente y el futuro, junto con la correspondiente actitud que cabe cuando se pondera al presente también en esta perspectiva.
Uno de los más convincentes para ver lo que significa la actitud histórica frente a un presente captado en sus verdaderas proporciones, lo podemos aprobar en el proceso seguido por el movimiento monástico en Europa, a partir del siglo v. La decadencia del Mundo Antiguo y las invasiones de los bárbaros dan a la historia de ese momento, las características propias de un presente enfrentado a una inmensa rompiente; de estas características, la historiografía romántica -pienso en Herder- ha hecho caudal al referirse a “el alud bárbaro; los diques que se rompieron; la marejada bárbara que inundó Europa". Obsérvese la terminología usada para describir las características de aquel presente1 cuya complejidad, por otra parte, no era menos pues eran tantas las tuerzas que estaban allí comprometidas, aparentemente vigorosas, pero ya trizadas eternamente, fuerzas aparentemente débiles, pero llamadas a un gran porvenir. Pues bien, en esta situación, frente a tamaña complejidad, hay algunas personas que son capaces de ver el problema en su verdadera dimensión y al mismo tiempo son capaces de encontrar una solución; adoptan entonces una postura el presente que, para sus contemporáneos resulta incomprensible, y un rasgo que vale la pena tomar la cuenta, ya que muchas veces la verdadera, la auténtica actitud histórica, juzgada por los contemporáneos, como incomprensible, porque no es para todos posible verdaderas dimensiones del presente.
El presente, muchas veces, pesa y se impone con dimensiones falsas, engañosas, y llega a seducimos con sus apariencias, y por eso, podemos decir que, para algunos, el presente es un tiempo de apariencias. Muchas veces la acción queda enredada en las apariencias del presente y de allí que no se realice propiamente una acción histórica porque no se alcanza a son las verdaderas dimensiones de tal presente.
Otro ejemplo que nos permitirá adelantar en esta reflexión presente, lo he escogido del campo de la leyenda y del mundo del porque tanto una como otro proporcionan una dimensión universal del hombre y su problemática y, por consiguiente, de su actitud, que interesa para calibrar su acción en su más justa y acertada perspectiva
Se cuenta que Alejandro Magno, cuando inició la conquista del Asia llegó a la ciudad de Gordión, donde había un nudo inextricable y cual corría la leyenda que quien fuese capaz de desatarlo seria Asia; muchos -se decía- habían intentado hacerlo y ninguno, momento, había podido. Alejandro también quiso probar; más probarse él mismo frente a este nudo y comenzó a tratar de resolverlo, y no pudo; podría haber renunciado a lo que significaba desatar el nudo, pero siguió adelante y como sabemos lo cortó; pues bien este cortar el nudo significó hacerlo señor del Asia, dueño del mundo es decir de algo que se iba a cumplir en un tiempo posterior; era el anuncio de lo que iba a venir , pero un anuncio buscado, querido, logrado por él mismo ;esto es lo que en la actitud de presente se expresa por la decisión
Justamente la raíz de decisión está en cortar; hay momentos en la historia en que resolver, diríamos que el tiempo no da tiempo para preocuparse de buscar tranquilamente la hebra, y pacientemente hacer todo aquel trabajo de desembrollar el embrollo. En tales casos, se dice, a veces, "hay que cortar por lo sano"; pues bien, este "cortar por lo san”', significa tomar una decisión.
Cuando uno toma una decisión está dando un corte importante, muchas veces doloroso, de aquí la tensión y dimensión trágica, y el contenido profundo que se encierra en la vida hecha de momentos cruciales lo que no es algo extraordinario sino el modo ordinario de la existencia histórica en su más auténtica realidad cotidiana.
Pero tomar una decisión significa también conquistar, de algún modo el futuro; porque al tomarla en este momento, ahora, un tiempo por venir de esta manera, es haciendo del futuro o su porvenir; no es más el futuro de la tierra de nadie, un campo desierto, la nada; el futuro, con la decisión, pasa a ser un campo conquistado, un campo en el cual uno pone, gradas fundamentalmente al proyecto, una dimensión personal; y así como Alejandro se apoderó de Asia antes de conquistarla, de tal manera que la conquista aparece entonces sólo como la materialización posterior de algo que ya había sido logrado en el presente, igualmente acontece cuando uno toma una decisión: hace del tiempo algo
¡Qué diferente es, pues, la decisión a otras maneras de enfrentarse con el "futuro! A otras maneras de establecer esta relación de presente- futuro, como cuando se habla de una acción precipitada; hay gente que actúa precipitadamente, es decir, que por delante, en su futuro sólo ve un precipicio y este precipicio es la nada; es la gente cuya dimensión de futuro culmina o se proyecta en la nada, y es por eso que su acción, su historia, es una historia hecha "a tontas y a locas", es decir, precipitadamente.
En este momento, podríamos preguntarnos: ¿Quiere decir esto que la actitud histórica, dado que la actitud histórica es esta presencia que corresponde al momento presente, es un ser entre un pasado y un futuro, un pasado que puedo cotizar como recuerdo y un futuro que puedo valorizar como esperanza? ¿Es ese nuestro contenido histórico: Ser entre el recuerdo y la esperanza? Pero, ¿y dónde queda la acción? Es por eso que, en estas relaciones temporales debemos encontrar algunas características propias también de la acción histórica, que no sean tan inefables como esta relación: recuerdo y esperanza. Veo la historia como un proceso queda testimonio de resoluciones y decisiones, de tal manera que, donde encontremos constancia de resoluciones o decisiones podemos asegurar que está la historia. Pero es evidente que detrás y otras está el hombre, un hombre capaz de tomar resoluciones y de actuar de acuerdo con sus decisiones; Un hombre bien personalizado, sujeto y es por eso que quiero considerar ahora la acción en esta relación directa con el hombre, como sujeto de la historia, y ver otros tipos que se dan, y que se suponen acciones históricas, pero que si las analizamos nos daremos cuenta que, en ellas, no podemos encontrar esta preponderancia de las resoluciones y las decisiones y que, por lo tanto, de podemos predicar una actitud histórica propiamente tal. Pensemos por ejemplo, en acciones que corresponden al campo de la que pueden ser mecánicamente explicadas; cuya explicación podemos encontrarla en el campo de la biología, de la sociología, de la Economía,... etc.; Estas acciones, a veces, cobran gran importancia dentro del curso de la historia, pero tendríamos que preguntamos ¿son ellas fundamental mente historia? En cuanto se remiten a otra explicación que no sea la de las resoluciones o decisiones, afirmó categóricamente que no constituyen la historia.Tomemos el caso de la bola de nieve; la bola de nieve parte, va creciendo, en que si le tomamos una instantánea, evidentemente tiene ciertas características que le asemejan al presente; es una gran avalancha que se viene encima; dentro de ella, hay una gran complejidad, desde la complejidad molecular hasta todo lo que trae comprometido en su curso vertiginoso. Podríamos pensar que, a veces, la presenta también así, como una bola de nieve, sujeta a una inapelable y que, por lo tanto, podemos explicar, recurriendo a esa legalidad, cómo aconteció que esta bola de nieve comenzó a n tomando la magnitud con que ahora la encontramos. Y, en cuanto le conviene ese tipo de explicación no hay allí historia; su curso era inevitable sin ninguna novedad, fuera de las que podían también haber sido previstas Pero una auténtica, originaria, espontánea, personal novedad, que dudo de decisiones repentinas, que a veces hay que tomar, o de resoluciones tranquilas y meditadas, que a veces se pueden tomar, nada podrá encontrar en estos acontecimientos mal llamados históricos pueden explicarse recurriendo a una legalidad ajena al campo de la historia. Este ejemplo trasladado al campo de la historia, permite preguntar ¿Toda acción, o el acumular acción a la acción, es de suyo histórica? ¿Podríamos encontrar sentido a la acción que sólo se acumula a la acción? Evidentemente que no reside allí el sentido de la historia, aun cuando adquiera aparentemente un volumen descomunal, como el que de nieve un momento antes de detenerse y deshacerse. En cambio, muchas veces, nos damos cuenta que la acción puede ser mero actuar por presencia, es decir, una acción donde no donde hay sólo presencia, o bien una acción que puede ser aún la de la acción y esa no-acción tiene más importancia en la historia engañosa acción de gran volumen que puede ser pura apariencia como hemos dicho nos movemos en un mundo lleno de apariencias de acciones que no están enraizadas en la historia, que no tienen ningún compromiso con el pasado ni con el futuro, que se agotan presente, de acciones que no tienen sentido dentro de la historia de toda dimensión y, por lo tanto, de contenido histórico. Por el contrario veces la no-acción, pero una no-acción resuelta y tomada como comprometa totalmente a la persona, tiene mucho más sentido ejemplo lo tenemos en la actitud de no violencia del Mahatma Gandhi violencia es una no-acción frente a la acción; Frente a la acción, te llamada a vencer, del poderío inglés en la India, se decide no actuar y la no-acción gana la historia frente a una acción que pierde a su historia. Es por eso que -se ha dicho con razón- todo movimiento antes que nada un movimiento del alma, y se podría concluir que en el plano de las realizaciones históricas, toda victoria o toda derrota ganado o se ha perdido en el campo de la propia interioridad, de la propia alma; antes de dar la batalla, somos ya vencedores o perdedores. El resorte fundamental de la historia está, pues, en las decisiones que tomemos, y estas decisiones pueden ser alcance y expresarse en acciones aparentemente desprovistas de toda efectividad y brillo, y revestidas, en cambio, de benedictina humildad y de franciscana pequeñez, que, cómo anotaba, los contemporáneos no alcancen a percibir la realidad que hay en ellas; como en el caso del monje, cuya decisión va a alcanzar el nivel de realidad histórica plena sólo siglos después, pero ellos ya habrían conquistado la historia, habían hecho de Europa lo que iba a ser, en el momento en que tomaron su decisión, en el momento en que calibraron lo que era su presencia en el mundo; es decir, con su actitud de presente, siglos antes, en el siglo v y v[, estaban haciendo la Europa de los siglos XI y XII. Se ha dicho que esta manera de entender la acción se remite exclusivamente al hombre, entendido como sujeto de la historia, y, en cuya alma, en cuya interioridad se está resolviendo el curso de la historia. Todos, en cuanto somos conscientes de nuestra dignidad, decidimos la historia; nos corresponde a cada uno una personal responsabilidad; y sabemos que responsabilidad significa dar respuesta; tenemos que dar permanentemente respuesta, ésta es nuestra actitud histórica, es esto lo que nos exige nuestro presente; en esto reside nuestra actitud histórica, en dar respuestas. Responsabilidad nos indica también cómo tiene que ser esta respuesta; tiene que ser una respuesta comprometida; el sentido de respuesta está a su vez ligado estrechamente con el sentido de compromiso; no puede ser una respuesta de cualquier manera, sino una respuesta en la cual nos jugamos íntegramente; sólo cuando seamos capaces de dar este tipo de respuestas, actuamos históricamente Responsabilidad personal, esto es actitud histórica; he aquí el factor fundamental y principalísimo de la verdadera acción: de otro modo, estaremos frente a una mera acción por inercia, por tendencia o por reacción, pero no ante una acción histórica. En consecuencia, la acción que requiere este, presente ha de ser de una dimensión tal, que sea capaz de acoger el pasado en la complejidad con que informa y conforma al presente para sacar de ambos nuestra decisión, conquistando el futuro, haciendo de él nuestro porvenir, al dar una respuesta creadora, que sea expresión de un compromiso total de nuestra persona frente al reto de la historia.1963
Nota: no he querido poner notas a este trabajo porque, como lo índico al comenzar, se trata de una meditación, pero, sin duda, que muchas de las ideas aquí perfiladas las he recibido de múltiples autores que me han ayudado, cual más cual menos, a pensar sobre estos temas s. Con todo, creo un deber hacer especial mención a Zubiri,, Millán Fuelles, Dardel y Marrou o, y señalar la reciente publicación de "Tribuna de la Revista de Occidente", ¿Dónde estamos Hoy? (Madrid, 1962), donde pueden leerse los trabajos de Pieper, Heimpel ,Thiess y Heer que presentan a nivel magistral, algunos de los puntos que aquí toco.
sábado, 15 de marzo de 2008
Texto. Sergio Villalobos: El Tiempo del Hombre
Había adquirido un reloj cambiándolo por un juguete muy valioso a un compañero del colegio, en esas transacciones desiguales que efectúan los niños y que entonces me pareció un buen negocio.
Durante treinta o sesenta minutos observé extasiado el paso de la arena con su monotonía embriagadora. Ahí estaba el transcurso del tiempo, encerrado y perceptible a la vista, concreto y a la vez ineluctable en su marcha. No sé cuántas veces di vuelta el reloj, ajeno por completo a otras preocupaciones y hubiese querido seguir el juego de la arenilla sin límite de tiempo.
En algún momento salí del letargo y recapacitando comprendí que se habían fugado los minutos para siempre y que había perdido el tiempo. Nunca podría recuperarlo, aunque emplease la mejor voluntad y el mayor esfuerzo, porque cada instante de la vida se lo lleva el tiempo sin remedio.
Pero había algo más. Pensando bien las cosas, el deslizarse de cada granito, su acomodo en el conjunto y la forma de los conos tuvo que ser diferente cada vez, a pesar de la apariencia de uniformidad, porque nada se repite todo cambia. Y ello ocurre en la simple disposición de partículas materiales, con mayor razón en los seres vivos y en el hombre.
Muchos años más tarde, en las lecturas universitarias, vine a saber que mi ingenuo divagar ya había sido planteado con profundidad razonadora por Heráclito de Efeso en la antigua Grecia, bajo el concepto del eterno devenir, expresado en la frase de que “nunca nos bañamos dos veces en el mismo río”, porque está claro que el río ha cambiado y nosotros también.
Ahí estaba la transformación de la naturaleza, la historia, el cambio ligado al tiempo que nada ni nadie pude detener. En el juego con el reloj hubo otra experiencia aún. Si el tiempo perdido había que restarlo al lapso de vida, esta venía a ser la medida humana del tiempo, que valora cada instante, los periodos de ocio o de la prisa de los trabajos. Para nosotros el tiempo es la vida y no ese transcurso abstracto, transparente y perfectamente regular. No el concepto intangible, sino la sucesión de hechos cambiantes, coloridos o tristes, que nos llevan por la existencia.
La humanización del tiempo es parte de otra gran irreverencia: la idea de que el hombre es la medida de todo. Antropocentrismo, soberbia humana que mediatiza todo a la situación terrenal y esta a la figura del hombre. Para muchos puede ser razón y fin último, en que nada tendría sentido fuera de la criatura humana. Pero un simple divagar sobre el tiempo y muchas otras cosas conduce a una relatividad de los conceptos.
Hay muchos tiempos. Desde luego, el de Dios, que no es tiempo porque no tuvo comienzo ni tendrá fin y porque en él lo contingente se diluye hasta desaparecer.
Corresponde al sentido más puro, como puede concebirlo nuestra mente en caso de ser una categoría comprensible
Existe también un tiempo astronómico, muy ligado al anterior, que asociamos con el comienzo y fin e identificamos con la inmensidad del espacio universal, porque ambos se confunden. Ello es tan cierto, que las medidas cronológicas ligadas a la velocidad de la luz se transforman en unidades espaciales y hablamos de años luz y millones de años luz. El tiempo se ha transformado en distancia, pero a la vez la extensión fantástica del espacio nos ayuda a comprender la dimensión del tiempo.
Los astrónomos, mediante sus finos instrumentos y sus cálculos, nos asombran continuamente con sus datos increíbles de tiempo y espacio. Cada vez llevan más atrás el momento del origen, si es que lo hubo, y pueblan la imaginación, más que el cielo, de galaxias inverosímiles y a distancias que sólo el pensamiento puede alcanzar. Algunas se alejan a tal velocidad que jamás las percibiremos físicamente y mientras tanto se forman; Desaparecen estrellas, enanas rojas y blancas gigantes novas y agujeros negros, en ciclos interminables del pasar de energía.
Asombrados, queremos comprender y forzamos el pensamiento, pero quedamos perplejos y también los sabios que auscultan el espacio, porque para las últimas interrogantes no hay respuesta satisfactoria y en nuestra pequeñez sentimos que nadad importa y terminamos por sumirnos en la trivialidad de nuestros asuntos personales. Ellos son los importantes en la trama del tiempo humano.
No obstante, arrinconada en la conciencia quedan muchas dudas y una angustia fundamental sobre nuestra existencia misma, que reaparece cuando en la noche divisamos una infinidad de estrellas, simple retazo de la galaxia que nos envuelve.
El tiempo se ha hecho angustia: es parte de la angustia fundamental. No es tanto el temor de la muerte, sin el enigma entero de la humanidad, desde su nacimiento hasta su desaparición, que cada uno presiente como una segunda muerte.
Si reducimos la mira a nuestro alrededor, a nuestro planeta, tropezaremos a nuestro alrededor con el tiempo geológico y geomorfológico, revelado implacablemente por los terremotos, las erupciones, los aluviones y la erosión, que son parte de la existencia de una masa en permanente transformación. En este medio no somos más que criaturas aparecidas en tiempo reciente, casi extrañas, que debemos sufrir las inclemencias del planeta con sus propios acomodos físicos, a los que tiene derecho dentro de una cronología que lleva millones de años y que ha de continuar una vez que haya desaparecido el hombre.
La corteza experimenta transformaciones a gran escala. Las masas continentales se han disgregado, han estado a la deriva, han chocado y las placas submarinas continúan pugnando en sus desplazamientos. Pero los hombres, en la brevedad de su tiempo, sólo perciben los pequeños síntomas de los fenómenos geológicos.
Los diversos tiempos tienen ritmos diferentes. Y no sólo en las grandes escalas, sino en otras más reducidas que observamos a nuestro alrededor. Ahí está el tiempo vegetal, en cierto modo paralelo al nuestro, aunque variado según las especies que lo viven. Hay plantas que se desarrollan, viven y mueren en una sola estación, para dispersarse en semillas promisorias de nueva vida. En el desierto, los bulbos, y las semillas duermen un sueño subterráneo, que se transformará en vida activa tras la bendición de una lluvia que tardará años en llegar. En otros, climas, en cambio, las grandes especies permanecen dignas en el paisaje, en abierto desafío al tiempo; Alerces y araucarias pueden aproximarse a los 2000 años, después que numerosas generaciones humanas han merodeado en sus cercanías. Seguirían inmutables si la codicia del hombre y su premura no les amenazasen.
Entre el tiempo del hombre y el tiempo de los grandes árboles hay una incompatibilidad sin remedio, por que la prisa humana por tomar los recursos que están a la mano y el afán de enriquecerse, no pueden adaptarse al ritmo del crecimiento arbóreo. Es un dilema que la motosierra o el hacha resuelven de manera drástica, cortando la existencia y el tiempo del árbol, en una dimensión ecológica que no es otra cosa que la disparidad de los tiempos.
Más cercano al hombre es el tiempo zoológico, aunque varía mucho de una especie a otra. Las tortugas de las Galápagos pueden vivir un siglo y medio, mientras algunos insectos de la especie efímera, después de su estado de larva y ninfa, viven menos de una semana y uno de ellos entre una y dos horas, tiempo suficiente para revolotear y reproducirse. En esos casos es difícil comprender qué es la vida, sin los largos períodos en estado latente o la fugacidad de la vida. Se diría que es vivir el tiempo con intermitencias.
El tiempo del hombre puede entenderse como el lapso de cada existencia individual o el trayecto de la humanidad desde su aparición en siglos muy remotos. En el primer caso, no es mucho lo que puede elucubrarse, por que filósofos, míticos, y poetas han dado vueltas al tema procurando explicarlo y darnos consuelo, sin haber logrado más que dejarnos resignados o angustiados en una rebeldía inútil.
El tiempo de la humanidad, en cambio, es objeto de estudios científicos muy acuciosos, en que se suman los esfuerzos de los prehistoriadores y los historiadores. Desde ambos lados se han hecho aportes y algunas escuelas han sistematizado un pensamiento alrededor del tiempo, una verdadera disecación morfológica que ha descubierto la simultaneidad de diversas dimensiones del tiempo.
No estaría bien reproducir exactamente esas concepciones, sino que es más apropiado discurrir con la experiencia personal, lograda en el estudio de la historia desde sus fuentes mismas, por más que una escuela sirva de fuerte respaldo.
Hay un largo tiempo en que el transcurso de los hechos es casi imperceptible o ellos se repiten en aparente monotonía por siglos.
Es la relación entre el hombre de la montaña y el de los llanos en el Mediterráneo, según el ejemplo clásico de Fernand Braudel, el papel dinámico de tales y cuales puertos, el cultivo del arroz o las faenas de pesca en las regiones de Oriente, determinando formas de alimentación y de vida. También puede ser la molienda de trigo y la elaboración del pan, que en esencia comenzó hace más de cuarenta siglos y ha variado únicamente en su técnica.
Sería equívoco, sin embargo, pensar sólo en la relación con la naturaleza y los aspectos materiales, porque en los dominios del espíritu también existe el largo plazo. La creencia w en otra vida es más antigua que la preparación del pan y sigue presente en forma abrumadora en versiones muy variadas. El sentimiento monárquico tuvo larga vigencia y aún se mantiene en algunos países, la ideología republicana y el patriotismo han acumulado largos años y los sistemas de escritura se han prolongado con notable persistencia.
Sobre el estrato de la larga duración ocurren los fenómenos de tiempo mediano, que tienen su propia dinámica y que son los verdaderos portadores el cambio histórico. Su duración no puede estimarse en forma rígida.
Pueden ser unas pocas décadas o pasar de una o dos centurias. La formación y consolidación de nuestra aristocracia criolla a lo largo del período colonial, es uno de esos fenómenos, también el reinado melancólico del Romanticismo durante más de cuarenta años o el ciclo salitrero con su riqueza de cinco, décadas
Para comprender los cambios de mediano plazo, los historiadores los agrupan de manera paralela con el fin de descubrir en qué lapso han evolucionado realmente y si coinciden en su cronología. De esa manera una periodicidad que es acotar el tiempo de acuerdo con el cambio. El quehacer humano de la dimensión del tiempo.
Cada período recibe un nombre de acuerdo a la percepción que de él tienen los estudiosos del pasado. En nuestro país, por ejemplo, se ha establecido que hubo una República Conservadora entre 1830 y 1851, marcada por los gobiernos de Prieto, Bulnes y Montt. Para darle aquella designación se ha tomado en cuenta el fenómeno político de mediano plazo, pero bien pudiera dársele otra denominación si se tomasen en cuenta procesos de otra índole, como el social, el económico y el cultural, igualmente importante. Sería legitimo, en consecuencia, buscar un nombre que definiese de otra manera el período, atendiendo a la consolidación de un orden aristocrático, los fundamentos de una nueva economía o la creación de una cultura republican y científica. Sobre ello podría debatirse largamente: pero no hay duda de que cualquiera que fuese la definición, estaríamos calificando al tiempo, dándole un sentido y en suma, humanizándolo.
La tercera medida del tiempo histórico es el corto plazo o acontecimiento que ocurre en un día, a veces en un momento preciso o en unos pocos años. Puede ser la dictación de una ley, el descubrimiento de un material, una batalla, un cambio de gobierno o la aparición de un libro fundamental. También son acontecimientos hechos tales como la lucha por la Independencia o la agitación social y política de 1920 a1032, en cuyo caso se trata de fenómenos extensos y complejos, con muchas vicisitudes y atiborrados de acontecimientos menores.
Cualquiera que sea el tipo de acontecimiento, ellos atraen la atención de la gente, se les enseña, se les memoriza y conmemora y muchos entienden que la historia es una sucesión de hechos más o menos espectaculares.
Esa visión, sin embargo, es insoportablemente trivial y no pasa de ser anecdótica y formal. Veamos un ejemplo: el cabildo abierto de septiembre de 1810 no es la explicación de la Independencia, aunque inaugura –y no del todo-aquel movimiento.
Lo que importa no es recordar el hecho, sino comprender los fenómenos de mediano plazo que desde hacía cincuenta o más años conducían a cambios profundos. Aquellos grandes procesos eran la conformación de una conciencia criolla en la aristocracia, el afianzamiento de ésta, la influencia del racionalismo político europeo y norteamericano, la necesidad de desarrollar la economía sobre la base de un proteccionismo local, impulsar la cultura y, en fin el fuerte deseo de participar en el gobierno.
Dentro de esas tendencias se inscribe la formación de la Primera Junta de Gobierno y todo el período de la emancipación que fueron acontecimientos coyunturales ene. Paso de una época a otra, de unos cambios de mediano plazo a otros. La compresión de la historia no está en el acontecimiento, sino en las modificaciones que el tiempo trae con lentitud imperceptible.
En el curso del tiempo, desde que la criatura humana diese tímida sus primeros pasos, hasta los días actuales que nos consumen, los cambios se han acelerado progresivamente y con ello la sensación de que el tiempo se nos escapa sin poder manejarlo.
Desde que el hombre sacó filo a un guijarro hasta que trabajó una punta de proyectil y logró encajarla en un asta, pudieron transcurrir cuarenta mil años y más. Desde la aplicación del vapor ala maquinaria, hasta el motor de explosión, pasaron cien años, desde que la electrónica y la computación tuvieron uso corriente, han pasado muy pocos años y cada día alguna innovación nos maravilla y nos deja perplejos. Ya no hay estabilidad en nada; Heráclito se sorprendería.
Antes, un automóvil debería durar diez a quince años, el de ahora quedará obsoleto en dos a tres años.El último computador trajo varios adelantos y el próximo año es anunciado con nuevos artilugios,probablemente inútiles para la gran mayoría ; Pero habrá que comprarlo para no quedar a retaguardia y en posición desdorosa. Quizás sea mejor comprarlo ni inscribirse por ahora: Porque los que siguen serán increíblemente más eficaces. Y así, el individuo y las empresas dudan de tomar alguna resolución, no pueden planificar, porque el cambio permanente es contrario a toda planificación. Lo único seguro es lo precario y de ahí hay un paso al caos permanente.
El efecto moral no es menos oscuro. Sentimos la embriaguez de la aceleración y no atinamos con el sentido de las cosas. La parsimonia, la meditación y la tranquilidad de espíritu han desaparecido. Vivimos la neurosis del vértigo y nos invade una desesperación que matiza de una manera muy distinta a la natural angustia del tiempo. Es probable que aturdidos por todas las sensaciones, como en un carrusel pintoresco, hayamos dejado de ligar al tiempo con la angustia de la muerte y que el sucederse de los momentos y las horas sean únicamente un conjunto de fragmentos incoherentes. La vida correría sin un punto fijo en el horizonte.
En medio del tráfico, algunas veces siento la necesidad de encerrarme en mí mismo y hacer que el tiempo fluya sin prisa. Me viene entonces el recuerdo del reloj de arena y el deslizarse apacible de la arenilla, que me marcase para siempre en el sentimiento de la vida y del estudio.
No hay duda de que en el episodio de la niñez no perdí el tiempo. Lo gané para siempre.
“Introducción a la Historia”. Marc Bloch *RESUMEN
Marc Bloch. Prisionero de guerra, fue fusilado por la barbarie nazi en 1944 y no pudo ver impresa su obra, escrita en un campo de concentración. Su amigo Lucien Febvre rescató su manuscrito para la posteridad.
* Objetivo => ¿Qué es la historia y para qué sirve?
* Resultado => Filosofía de la historia
Historia => Ciencia que “estudia a los hombres en el tiempo”.
§ Historia
§ Tiempo Histórico
Capitulo I. LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO
LA ELECCIÓN DEL HISTORIADOR
La palabra historia es muy vieja, tan vieja que a veces ha llegado a cansar, muy rara vez se ha llegado a querer eliminarla del vocabulario. Sólo para regarla al ultimo rincón de las ciencias del hombre: especie de mazmorras, donde arrojan los hechos humanos, considerados a la vez los más superficiales y los más fortuitos, al tiempo que reservan a la sociología todo aquello que les parece susceptible de análisis racional.
Sin duda, desde que apareció, hace más de dos milenios, en los labios de los hombres ha cambiado mucho de contenido. Éste es el destino, el lenguaje, de todos los términos verdaderamente vivos. Si las ciencias tuvieran que buscarse un nombre nuevo cada vez que hacen una conquista, ¡cuántos bautismos habría y cuánta pérdida de tiempo en el reino de las academias!.
Por el hecho de que permanezca apaciblemente fiel a su glorioso nombre heleno, nuestra historia no será la misma que escribía Hecateo de Mileto, como la física de Lord Kelvin o de Langevin no es la de Aristóteles. ¿Qué es entonces la historia?
No es menos cierto que frente a la inmensa y confusa realidad, el historiador se ve necesariamente obligado a señalar el punto particular de aplicación de sus útiles; a hacer en ella una elección, elección que, evidentemente, no será la misma que, por ejemplo, la del biólogo: que será propiamente una elección de historiador.
Ahora bien, la obra de una sociedad que modifica según sus necesidades el suelo en que vive es, un hecho eminentemente “histórico”. Asimismo, las vicisitudes de un rico foco de intercambios, un punto de intersección en que la alianza de dos por una disciplina a otra.
II. LA HISTORIA Y LOS HOMBRES.
El objeto de la historia es esencialmente el hombre, mejor dicho, los hombres. Detrás de los rasgos sensibles del paisaje, de las herramientas o de las máquinas, detrás de los escritos aparentemente más fríos y de las instituciones aparentemente más distanciadas de los que las han creado, la historia quiere aprehender a los hombres.
Del carácter de la historia, en cuanto conocimiento de los hombres, depende su posición particular frente al problema de la expresión.
Cada ciencia tiene su propio lenguaje estético. Los hechos humanos son esencialmente fenómenos muy delicados y muchos de ellos escapan a la medida matemática.
III. EL TIEMPO HISTÓRICO
El historiador piensa no sólo lo “humano”. La atmósfera en que su pensamiento respira naturalmente es la categoría de la duración.
Es difícil, imaginar que una ciencia, sea la que fuere, pueda hacer abstracción del tiempo. El tiempo de la historia, realidad concreta y viva abandonada a su impulso irrevertible, es el plasma mismo en que se bañan los fenómenos y algo así como el lugar de su inteligibilidad. El número de segundos de años o de siglos que exige un cuerpo radiactivo para convertirse en otros cuerpos es un dato fundamental de la atomística.
Pero que esta o aquella de sus metamorfosis haya ocurrido hace mil años, ayer y hoy o que deba producirse mañana, es algo que interesa al geólogo, por que la geología es a su manera una disciplina histórica, mas deja el físico perfectamente impávido. En cambio a ningún historiador le bastara comprobar que Cesar necesito ocho años para conquistar la Galia; que Lutero necesito quince años para que del novicio ortodoxo de Erfurt saliera el reformador de Wittemberg.
Ahora bien este tiempo verdadero es, por su propia naturaleza, un continuo. Es también cambio perpetuo. De la antitesis de estos dos atributos provienen los grandes problemas de la investigación histórica. Este antes, antes que otro alguno, pues, pone, en tale de juicio, hasta la razón de nuestros trabajos.
IV. EL IDOLO DE LOS ORIGENES
Nunca es malo comenzar con un mea culpa. Naturalmente para los hombres que hacen del pasado el principal tema de investigación, la explicación de lo más próximo por lo más lejano a dominado a menudo nuestros estudios hasta la hipnosis. La obsesión de los orígenes es como un ídolo de la tribu de los historiadores.
Cuando se habla de los orígenes ¿debemos entender, por el contrario las causas?, En este caso no habrá mas dificultades de las que constantemente son, por naturaleza, inherentes a las investigaciones casuales. Pero con frecuencia establece entre los dos sentidos una continuación tanto más terrible cuanto que, en general no se percibe muy claramente.
En los estudios cristianos una cosa es para la conciencia inquieta que se busca así misma, una regla para fijar su actitud frente a la religión católica tal y como se define cotidianamente en nuestra iglesia, y otra es, para el historiador como un hecho el catolicismo actual. En una palabra, la cuestión no es saber si Jesús fue crucificado y luego resucito. Lo que se trata de comprender es por que tantos hombres creen en la crucifixión y en la resucitación. Ahora bien, la fidelidad a una creencia no es, evidentemente, mas que uno de los aspectos de la vida general del grupo en que ese carácter se manifiesta.
Hemos citado la historia religiosa solo a manera de ejemplo. Pero a todo estudio de la actividad humana amenaza el mismo error. Confundir una filiación con una explicación.
En una palabra, un fenómeno histórico nunca puede ser explicado en su totalidad fuera del estudio de su momento.
VI. COMPRENDER EL PRESENTE POR EL PASADO.
El privilegio de la autointeligibilidad reconocido así al presente se apoya en una serie de extraños postulados.
En primer lugar las condiciones humanas han sufrido el intervalo de una o dos generaciones un cambio no solo muy rápido sino también total, como si ninguna institución un poco antigua, ninguna manera tradicional de actuar hubiera podido escapar a las revoluciones del laboratorio o de la fabrica. Eso es olvidar la fuerza de inercia propia de tantas creencias sociales El hombre pasa la vida construyendo mecanismos de lo que hoy se constituye en prisionero más o menos voluntario.
Para que una sociedad, cualquiera que sea, pueda ser determinada enteramente por el momento inmediatamente anterior al que vive, no le bastaría una estructura
Tan perfectamente adaptable al cambio que en verdad, carecería de osamenta. Seria necesario que los cambios entre las generaciones ocurriesen sólo, si se me permite hablar así, a manera de fila india: Los hijos sin otro contacto con sus antepasados que por mediación de sus padres.
Hay quienes se representan la corriente de la evolución humana como una serie de breves y profundas sacudidas cada una de las cuales no dura sino él termino de unas cuantas vidas. La observación, por el contrario, que en este inmenso, continuó grandes estremecimientos es perfectamente capaz de propagarse desde las moléculas más lejanas a las más próximas.
VII. COMPRENDER EL PASADO POR EL PRESENTE.
Esta soliralidad de las edades tiene tal fuerza que los lazos de inteligilibilidad entre ellas tienen verdaderamente doble sentido. El temblor de la vida humana que exigirá un duro esfuerzo de imaginación para ser el resultado a los viejos textos, es aquí directamente perceptible a nuestros sentidos. La educación de la sensibilidad histórica no es siempre el factor decisivo. Ocurre que en una línea determinada, el conocimiento del presente es directamente más importante todavía para la comprensión del pasado. Seria un grave error pensar que los historiadores deben adoptar en sus investigaciones un orden que este modelado por el de los acontecimientos, aunque acaben restituyendo a la historia su verdadero movimiento, por que el camino natural de toda investigación es el que va de lo mejor conocido a lo más oscuro. La vida es demasiado breve y los conocimientos se adquieren lentamente. Sin embargo una ciencia no se define únicamente por su objeto. Sus límites pueden ser fijados también por la naturaleza propia de sus métodos.
CAPITULO 2: LA OBSERVACIÓN HISTÓRICA.
I. CARACTERES GENERALES DE LA OBSERVACIÓN HISTÓRICA.
II. LOS TESTIMONIOS.
Los testimonios mas decididamente voluntarios, lo que nos dice el texto ha dejado expresamente de ser, hoy, el objeto preferido de nuestra atención. Nos interesamos, por lo general, y con mayor ardor, por lo que se nos deja entender sin haber deseado decidirlo. Pero desde el momento en que ya no nos resignamos a registrar pura y sencillamente los dichos de nuestros testigos, desde el momento en que nos proponen obligarles hablar, aun contra su gusto, se impone un cuestionario. El historiador reúne documentos, los lee, se esfuerza en pensar en su autenticidad, y su veracidad. La diversidad de los testimonios históricos es casi infinita. La historia no es todavía como debiera ser, pero no es una razón para cargar a la historia posible con el peso de los errores que no pertenecen sino a la historia mal comprendida. Aún así y suponiendo una gran variedad de conocimientos en los investigadores mejores provistos, estos hallaran siempre, y normalmente muy deprisa, sus limites.
III. LA TRANSMISIÓN DE LOS TESTIMONIOS.
Los investigadores se enfrentan a la difícil tarea de reunir documentos que creen que son necesarios, no podrían hacer esto sin ayuda de diversos huyas: inventarios de archivos o bibliotecas, catálogos de museos, repertorios bibliográficos de toda índole En contra de lo que a veces suelen imaginarse los principiantes, no surgen los documentos, aquí y halla, por el solo efecto de no se sabe que misterioso decreto de los dioses. Pero cualquiera que sea la edad de la humanidad que el investigador estudie, los métodos de observación se hacen, casi con uniformidad sobre rastros y son fundamentalmente los mismos.
Programa Curso Que es la Historia
Programa Qué es la Historia (Hui 114)
1.Identificación.
Período : I Semestre 2008
Horario : Lunes 11.15- 13.50
Profesor : Gabriela Vásquez Leyton
E-mail : g.vasquez.l@hotmail.com
2. Descripción.
Sobre la base de distintos enfoques históricos se pretende ayudar en la formación del futuro Bachiller, con competencias propias de las disciplina histórica, fundamentalmente en el desarrollo de las habilidades de reflexión, análisis e interpretación de los principales problemas históricos y del ser histórico.
En este sentido, el curso ¿Qué es la Historia?, es una asignatura de carácter introductorio, que permite un acercamiento a las disciplina histórica, a través de problematización de distintas definiciones del concepto de historia, tanto en su sentido de acontecer (filosofía de la historia) como en su carácter de conocimiento disciplinario (teoría de la historia).
3. Objetivos Generales
a. Reconocer al hombre como agente de la historia y constructor del conocimiento histórico.
b. Comprender las concepciones temporales y espaciales que son necesarias para pensar la historia
c. Introducir a los alumnos en la conceptualización de la Histórica.
d. Comprender los problemas fundamentales relativo a la temporalidad e historicidad del sujeto histórico.
e. Reflexionar respecto a las decisiones históricas y a la circunstancias del acaecer histórico.
f. Conocer y ejercitar en el conocimiento histórico, su método y sus fuentes.
g. Desarrollar habilidades de análisis e interpretación histórica a través del método heurístico y hermenéutico.
4. Metodología
El curso se estructurara metodológicamente a través de clases teóricas expositivas apoyadas con presentaciones en power point en donde se trataran las temáticas propias de la disciplina historica con la ayuda de fuentes y bibliografía. Los alumnos paralelamente y en grupo deberán proponer al curso una problemática a investigar a lo largo del semestre, la cual se tratara y profundizara en talleres de ayudantías en las que se profundizaran los contenidos junto a autores y documentos de diversa naturaleza para la reflexión efectiva de la historia.
5. Contenidos.
Unidad I: Introducción a la Historia
1. Principales definiciones:
La historia como acontecer
La historia como conocimiento
Unidad II: La Historia como acontecer
1. Coordenadas Históricas: El tiempo
El tiempo histórico
Tiempo circular y rectilíneo
Categorías temporales
2. Coordenadas Históricas: El espacio
Unidad III: El conocimiento histórico
1. Objeto y objetivo del conocimiento histórico
2. El método histórico:
El uso de fuentes: Heurística y Hermenéutica
3. Limitaciones y condiciones del quehacer del historiador
Objetividad y subjetividad
Historia y ciencia
Unidad IV: Teorías historiográficas
1. Historiografía Clásica: Los primeros historiadores:
Heródoto: padre de la historia
Tucídides y el rigor del método
Polibio de Megalópolis: la historia universal
Tito Livio y Cicerón: la historia magistra vitae
2. El fin de la historia:
Teorías cristianas
Teorías progresistas
Idealismo
3. Principales escuelas históricas
El positivismo
El historicismo
Estructuras y mentalidades
6. Evaluación
Primer Control de Lectura: 07 de Abril
§ BLOCH, Marc, Introducción a la historia, Introducción, pp.9-24 y cap. 1: “La historia, los hombres y el tiempo”, pp. 25-51, cap. 2: “La observación histórica”, pp. 52-80
§ COLLINGWOOD, R., Idea de la historia, Introducción.
§ COMELLAS, José Luis, Historia, cap. I, 5: “Las coordenadas históricas”, pp. 30-48.
§ KREBBS, Ricardo, Temporalidad e historicidad, en El tiempo en las ciencias, pp.141-171.
§ LE GOFF, Jacques, El orden de la memoria, cap. 3: “Documento/monumento”, pp.227-239
§ MARROU, Henri, El conocimiento histórico, cap. 3: “La historia se hace con documentos”, pp. 55-77.
§ WALSH, William, Introducción a la Filosofía de la Historia, cap. 5: “¿Puede ser objetiva la historia?”, pp. 111-141.
Segundo Primer Control de Lectura: 19 de Mayo (25%)
§ BURKE, Peter, La Revolución Historiográfica Francesa: Escuela de los Annales: 1929-1989. Introducción, pp.11-14.
§ SUÁREZ, Luis, Grandes interpretaciones de la historia, cap. 1: “El concepto de historia”, cap.2: “La interpretación de la historia en Grecia y Roma”, pp. 13-35., cap. 3. “La Biblia y el cristianismo”, pp.36-47, cap. 7. La elaboración del idealismo, pp.92-106, Cap. 8: “El Positivismo”, pp. 107-130
§ HOBSBAWM, Eric., Sobre la historia, Cap.6. “De la historia social a la historia de la sociedad”, pp.84-104, cap. 18: “El presente como historia”
§ FUKUYAMA, Francis. El Fin de la Historia, Introducción, pp.11-25
Solemne: 23 de junio (30 %)
Esta evaluación contemplará todos los temas, bibliografía y contenidos revisados en las clases de cátedra. Es una evaluación de carácter final.
Trabajo de Análisis de Fuentes: Ayudantía 09 de junio (20%)
Objetivo: El trabajo tiene por objetivo la lectura, interpretación y análisis de 3 fuentes históricas de distinto tipo, siguiendo los pasos exigidos por la heurística y la hermenéutica. Ello supone realizar preguntas a las fuentes, buscar sus respuestas y elaborar la historia a partir de las mismas.
Formato: Hoja tamaño carta, letra 12, márgenes justificados, interlineado espacio y medio. Mínimo: 6 páginas redactadas.
La fecha indicada señala el último plazo para la entrega. No se aceptarán ensayos fuera de plazo.
Toda trascripción de frases ajenas (de otro autor o de Internet) debe ser indicada como cita, señalándose la referencia bibliográfica respectiva. El ensayo que no cumpla con este requisito y posea frases ajenas sin citar, será calificado de copia con nota 1.0.
Examen: 06 Julio 11.00 hrs.
Examen final oral. (Ponderación: 30%)
Eximición: nota mínima 6.0 + 85% asistencia mínima
7. Bibliografía Complementaria
Los textos citados a continuación son aquellos a partir de los cuales se configura el curso. Se recomienda su consulta, ya que complementa los temas abordados en clases.
ARIES, P., El tiempo de la historia, Buenos Aires, Ed. Paidos, 1988.
BLOCH, M., Introducción a la Historia, México, Ed. Fondo de cultura económica, 1994.
Braudel, Fernand, Escritos sobre la Historia, Madrid, Ed. Alianza, 1991.
Braudel, Fernand, La Historia y las ciencias sociales, Madrid, Ed. Alianza, 1970.
Braudel, Fernand, Ambiciones de la Historia, Barcelona, Ed. Crítica, 2002.
BURKE, P., La Revolución Historiográfica Francesa: Escuela de los Annales: 1929-1989. Barcelona, Ed. Gedisa, 1999.
CARDOSO, C.F., Introducción al trabajo de la investigación histórica. Conocimiento, método e historia, Barcelona, Ed. Crítica-Grijalbo.
CARDOSO, C. F. y PÉREZ, H., Los métodos de la historia, México, Grijalbo, 1984.
CARR, E. H., ¿Qué es la historia?, México, Planeta Mexicana, 1989.
CHILDE, W. G., Teoría de la historia, Buenos Aires, Ed. La pléyade, 1976.
COLLINGWOOD, R., Idea de la Historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1986
COMELLAS, J.L., Historia. Guía de los estudios universitarios
DUBY, G., La Historia Continúa, Serie Historia, Madrid, Ed. Debate, 1991.
ELIADE, M., El mito del eterno retorno, Buenos Aires, Ed. Emece, 2001.
FEBVRE, L., Combates por la Historia, Barcelona, Ed. Ariel, 1975.
HERRERA, H., El presente, tiempo de la acción, en Dimensiones de la Responsabilidad educacional, Santiago, Ed. Universitaria, 1998.
HELLER, a., Teoría de la historia, México, Ed. Fontamara, 1984.
HOBSBAWM, E., Sobre la Historia, Buenos Aires, Ed. Critica, 1998.
KREBS, R., y otros autores, El tiempo histórico, en El tiempo en las ciencias, Santiago, Ed. Universitaria, 1981.
LE GOFF, Jacques, El orden de la memoria, Barcelona, Ed. Paidos, 1991
LÖWITH, K., El sentido de la historia, Madrid, ed. Aguilar, 1958.
MARAVALL, J.A., Teoría del saber histórico, en: rev. Revista de Occidente, Madrid, 1958.
MARROU, H., El conocimiento histórico, Barcelona, Ed. Labor, 1968.
SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Grandes interpretaciones de la historia, Bilbao, Ed. Moreton S.A, 1968.
TOPOLSKY, J., Metodología de la historia, Madrid, Ed. Cátedra, 1973.
VILAR, P., Pensar la historia, México, Ed.Instituto Mora, 1992.
WALSH, W., Introducción a la filosofía de la historia, México, Ed. Siglo veintiuno, 1968.