martes, 24 de junio de 2008

Resumen Walsh, ¿Puede Ser Objetiva la Historia?

Walsh, William.

“Introducción a la filosofía de la Historia

Capítulo 5: ¿Puede ser objetiva la Historia?

1.- La importancia de la idea de la objetividad en la Historia

- Filosofía crítica de la Historia => Problema objetividad Historia

- Relación Historia con Ciencias Naturales => Naturaleza del pensamiento histórico.

=> Situación de la historia frente a otras ramas del saber.

a) Filósofos positivistas (S. XIX):

  • Ciencias Naturales únicas depositarias del saber humano.
  • Historia distinta de una actividad cognoscitiva.

b) Filósofos idealistas:

  • Historia figura al lado de las Ciencias Naturales
  • Rama del saber con contenidos y métodos propios
  • Tipo de conocimiento no reductible a otro
  • Simpatizar con esta idea


-
Collinwood: Historia como disciplina => rasgo identitario de la vida intelectual del presente.

- Objetividad => Debe estar presente en todo conocimiento científico.

=> ‘Corpus’ de proposiciones en este contexto.

- Pensamiento científico: Imparcial e impersonal.

- Objetividad Histórica:

  • No puede ser exactamente a la científica.
    • Ideal de imparcialidad en el pensamiento histórico para hacer valer las interpretaciones.

2.- Enunciado preliminar del problema:

- ¿Tienden los investigadores a la objetividad en algún sentido que se parezca al científico?

- ¿Esperan producir resultados que puede esperarse que acepte cualquier otro investigador que haya partido del mismo testimonio?

- Historiadores consideran la verdadera historia distinguible de la propaganda; y tiene validez objetiva por eso.

- Historia => Pluralidad de explicaciones divergentes que se encuentran del mismo asunto.

  • Interpretaciones => Rechazadas por otro sin conciliación
          • No por interpretación testominio.
          • Concepciones previas decisivas no universalmente convertidas.

  • Subjetiva => Factor que limita a alterar el carácter de la objetividad del historiador
    • Toda historia está escrita desde cierto punto de vista y sólo desde ese punto tiene sentido.
  • Selección: La historia es selectiva
    • Todo trozo real de escrito histórico es departamental (centrar atención )
    • Ningún historiador puede narrar todo lo que ocurrió en el pasado => selección de hechos para destacarlo de manera especial e ignorar otros por completo.

3.- Factores que contribuyen al desacuerdo entre los historiadores

a) Tendencia personal => Gustos y aversiones personales hacia individuos y clases de personas

b) Prejuicio de grupo => Supuestos asociados a la pertenencia del historiador a determinado grupo (nación, clase social, raza, religión)

c) Teorías antagónicas de interpretación histórica: Ideólogos, por ejemplo: marxistas.

d) Conflictos filosóficos subyacentes

=> Creencias morales, concepciones de la naturaleza del hombre.

=> Filósofos y metafísicas.

domingo, 22 de junio de 2008

Condorcet: El progreso del espíritu humano


Jean Antoine Marie Nicholas de Caritat, Marqués de Condorcet (1743-1794) era el hj/o mayor de una antigua familia de la nobleza francesa. Formado como matemático, escribió una serie de tratados técnicos al principio de su carrera y colaboró en la gran Enciclopedia francesa. Fue miembro de un reducido círculo de filósofos y científicos franceses que popularizaron la ilustración. Aunque ocupaba el cargo de inspector general de la Real Casa de la Moneda, Condorcet apoyó con entusiasmo la Revolución Francesa y llegó a ser ministro de la Asamblea Legislativa revolucionaria. Interesado en la reforma de la educación, redactó el borrador de un plan de financiamiento de las escuelas públicas e independientes. También apoyó la creación de la República, pero se opuso a la ejecución de Luis XIV. Su talante moderado le enfrentó a los jacobinos radicales. Fue arrestado y en 1793 se convirtió en fugitivo. Al final le detuvieron después de una espectacular persecución y murió en la cárcel.
Condorcet escribió El progreso del espíritu humano mientras estuvo escondido. Pensaba que el ser humano tiene unos inicios salvajes, pero la humanidad progresa deforma ininterrumpida hacia un estado de perfección. La educación ilustrada es de importancia capital para este progreso, mientras que la monarquía y la religión lo dificultan. La obra representa una de las declaraciones de fe en la ilustración más importantes de la época.
Del futuro progreso del espíritu humano
Si el hombre puede predecir, casi con total seguridad, los fenómenos cuando conoce sus leyes, y si, incluso cuando no las conoce, puede predecir el futuro con mucha probabilidad de éxito gracias a su experiencia del pasado, ¿por qué, entonces, habría de considerarse empresa fantástica la de trazar, con cierta pretensión de verdad, el destino futuro del hombre a partir de su historia?
El único fundamento de la creencia en las ciencias es la idea de que las leyes generales, conocidas o desconocidas, que rigen los fenómenos del universo son necesarias y constantes. ¿Por qué iba a ser menos cierto este principio en lo que se refiere al desarrollo de las facultades intelectuales y morales del hombre que para las otras operaciones de la naturaleza? Dado que unas creencias fundadas en la pasada experiencia de condiciones similares proporcionaron la única regla de conducta de los hombres más sabios, ¿por qué habría que prohibir al filósofo que basara sus conjeturas en estos mismos fundamentos, siempre que no les atribuya una certeza superior a la que pueden asegurar el número, la constancia y la exactitud de sus observaciones?
Nuestras esperanzas sobre la futura condición de la estirpe humana se pueden resumir en estas tres importantes cuestiones: la eliminación de la desigualdad entre las naciones, el progreso de la igualdad dentro de cada nación y el verdadero perfeccionamiento de la humanidad. ¿Llegarán algún día todos los pueblos al estado de civilización que ya han alcanzado los más ilustrados, los más libres y los menos cargados de prejuicios, como los franceses y los angloamericanos? ¿Desaparecerá poco a poco este vasto abismo que separa a estos pueblos de la esclavitud de las naciones regidas por monarcas, de la barbarie de las tribus africanas, de la ignorancia de los salvajes?
Si observamos el estado actual del globo vemos en primer lugar que en Europa los principios de la constitución francesa son ya los de los hombres ilustrados. Los vemos demasiado difundidos, profesados con demasiada seriedad para que sacerdotes y déspotas puedan evitar que penetren progresivamente hasta en las cabañas de sus esclavos. Estos principios despertarán muy pronto en estos esclavos un resto de sentido común y les inspirarán esa indignación ardiente que ni siquiera la permanente humillación ni el miedo pueden sofocar en el alma de los oprimidos.
Llegará entonces el momento en que el sol brillará sólo sobre los hombres libres que no conocen otro dueño más que su razón; en que los tiranos y los esclavos, los sacerdotes y sus instrumentos estúpidos o hipócritas sólo existirán en las obras de historia y de teatro; y cuando sólo pensaremos en ellos para apiadamos de sus víctimas y de aquellos a quienes embaucaron; para mantenemos en estado de vigilancia I pensando en sus excesos, y para aprender a reconocer y así destruir, con la fuerza de la razón, las primeras semillas de la tiranía y de la superstición, por si alguna vez osaran reaparecer entre nosotros.
Al examinar la historia de las sociedades habremos tenido ocasión de observar que a menudo existe una gran diferencia entre los derechos que la ley reconoce a los ciudadanos y los derechos de que en realidad disfrutan y, también, entre la igualdad que establecen los códigos políticos y aquella que existe de hecho entre los individuos; y habremos observado que estas diferencias fueron una de las causas principales de la desaparición de la libertad en las repúblicas antiguas, de las tormentas que las perturbaron y de la debilidad que las entregó a los tiranos extranjeros.
Estas diferencias tienen tres causas principales: la desigualdad de riqueza, la desigualdad de condición social entre el hombre cuyos medios de subsistencia son hereditarios y el hombre cuyos medios dependen de los años que viva o, mejor, de aquellos años de su vida en que puede trabajar, y por último, la desigualdad en la educación.
Necesitamos, pues, demostrar que estos tres tipos de desigualdad real deben disminuir constantemente sin por ello llegar a desaparecer del todo, porque son el resultado de causas naturales y necesarias que sería absurdo y peligroso pretender erradicar; y ni siquiera se podría tratar de hacer que sus efectos desaparecieran por completo sin introducir fuentes de desigualdad aún más fecundas, sin asestar golpes más directos y más funestos a los derechos del hombre.
Con todo este progreso de la industria y del bienestar, que establece una mejor proporción entre las facultades de los hombres y sus necesidades, las sucesivas generaciones tendrán mayores posesiones, sea como resultado de este progreso o gracias a la preservación de los productos de la industria; y así, como consecuencia de la constitución física de la especie humana, el número de personas aumentará.
Hay en las ciencias otro tipo de progreso no menos importante: el perfeccionamiento del lenguaje científico, tan vago y oscuro en la actualidad. A esta mejora se le puede atribuir que las ciencias se conviertan en genuinamente populares, incluso en sus rudimentos elementales.
El genio puede triunfar sobre la inexactitud del lenguaje como sobre otros obstáculos y reconocer la verdad a través de la extraña máscara que la oculta y disfraza. Pero el que no tiene .más que escasos momentos de ocio para dedicar a su educación ¿cómo puede dominar y retener las verdades más simples si están distorsionadas por un lenguaje impreciso? Cuantas menos sean las ideas que sea capaz de adquirir y combinar, más necesario es que éstas sean precisas y exactas. No dispone de conocimientos guardados en la mente a los que pueda recurrir para protegerse del error, y su capacidad de interpretación, que no ha sido fortalecida ni pulida por una larga práctica, no puede
captar los débiles rayos de luz que consiguen atravesar las oscuridades y las ambigüedades de un lenguaje imperfecto y vicioso.
Una vez que las personas se hayan ilustrado sabrán que tienen derecho a disponer de su propia vida y de sus riquezas como decidan; aprenderán poco a poco a considerar la guerra como el azote más espantoso, el más terrible de los crímenes. Las primeras guerras en desaparecer serán aquellas a los que los usurpadores arrastraban a sus súbditos para que les defendieran sus presuntos derechos hereditarios.
Los pueblos descubrirán que no pueden conquistar a otros pueblos sin perder su propia libertad; que unas confederaciones permanentes son el único medio de preservar su independencia; y que no deben buscar el poder sino la seguridad. Poco a poco se desvanecerán los prejuicios mercantiles, y una falsa idea de interés comercial perderá su temible poder que otrora tuvo de ensangrentar la tierra y arruinar a los pueblos con el pretexto de enriquecerles. Cuando por fin las naciones convengan en los principios de la política y de la ética, cuando por su propio interés inviten a los extranjeros a compartir en igualdad todos los beneficios de que disfrutan gracias a la naturaleza o a su industria, todas las causas que originan y perpetúan los odios nacionales y envenenan las relaciones entre los pueblos desaparecerán una tras otra; y nada quedará que incite o provoque la furia de la guerra.


La historia como progreso (Gabriel Zaid)



El mito del progreso se da por sentado. Aspirar a lo mejor es una especie de normalidad. Se ignora que sus orígenes son religiosos y que su historia va del pasado (el Paraíso) al futuro (una vida mejor), y que ese estadio se alcanza gradualmente, conquistando en el presente las promesas del futuro.
La historia como progreso es un mito cristiano que empezó a formarse en el siglo xii y a secularizarse en el XVIII. Tiene antecedentes milenarios: prehistóricos, bíblicos y griegos. Innumerables mitos que vienen de la prehistoria documentan progresos, por ejemplo: el uso del fuego (James Frazer, Myths of the origin of fire), la cocina (Claude Lévi-Strauss, Lo crudo y lo cocido). Pero también hay mitos sobre un pasado mejor: la Edad de Oro, el Paraíso.
Un rasgo del judaísmo fue su esperanza en un futuro mejor. Frente a la idea de una humanidad venida a menos, expulsada del paraíso; frente a la idea de un tiempo circular, donde no hay nada nuevo bajo el sol; aparecen las profecías de una restauración del paraíso en la tierra: "Serán vecinos el lobo y el cordero [...] El novillo y el cachorro yacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá [...] Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahvéh, como llenan las aguas el mar" (Isaías 11, siglo VIII a.C., Biblia de Jerusalén).
Los griegos también tuvieron tradiciones sobre el origen del fuego, la Edad de Oro y el tiempo circular. Ludwig Edelstein (The idea of progress in Classical Antiquity) cree que la idea de progreso está implícita en unos versos de Jenófanes (siglo VI a. C.): "Los dioses no revelaron todas las cosas a los hombres desde el principio; pero éstos, buscando, llegan a encontrar lo mejor." Esta exaltación de la capacidad humana no implica gradualidad, como señala el mismo Edelstein; ni confianza en un futuro mejor. Lo que hubo en Grecia fue la conciencia de un presente mejor, admirable en comparación con la era arcaica y la barbarie de todos los otros pueblos, como puede verse en W. K. Guthrie (The sophists) y Eric A. Havelock (The liberal temper in Greek politics) que discuten la cuestión del progreso.
Pero no hay que ver en la conciencia prehistórica, la esperanza bíblica o el orgullo griego lo que todavía no hay. Afirmar un presente mejor o esperar un futuro mejor implican antes y después, no mejoras graduales. Ni siquiera implican historia, como hoy la entendemos. Las edades, las eras, los eones, pueden concebirse, no como segmentos históricos, sino como estados estables, más o menos estancos; como el cielo y la tierra. Según el Génesis, Jacob soñó una escalera que unía la tierra al cielo; pero los que bajaban y subían entre el tiempo y la eternidad eran ángeles. En la perspectiva de hoy, la historia como progreso supone una gran línea cronológica, donde hace medio millón de años empieza el uso del fuego, hace diez mil la agricultura, hace doscientos el buque de vapor (el uso de la potencia motriz del fuego), etcétera.
Los judíos esperaban un futuro glorioso con la llegada del Mesías: el reino de Dios en la tierra; y los que vieron su esperanza cumplida en Jesús tuvieron muchos problemas para reconciliarla con la triste realidad de su fracaso y todo lo que no cambió. San Pablo desarrolló una teología con doble temporalidad: la absoluta (donde el cristiano ya es un hombre nuevo, en un mundo nuevo y un tiempo nuevo) y la transitoria, que no tiene importancia. "La creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto" (Epístola a los romanos) suena hoy a cosmología y evolución de las especies, en camino de la historia como progreso; pero el nacimiento que anuncia es un salto del mundo viejo al nuevo, no un ascenso gradual. El salto al cielo, según Cristo y San Pablo, se da en el amor: a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. En el aquí y ahora del amor, se abre el tiempo absoluto; y éste es el cambio radical, independientemente de lo que suceda en el tiempo transitorio. Esto devalúa cualquier progreso terrenal, incluso espiritual. Pide la conversión al absoluto ("Sed perfectos", Mateo 5), no el perfeccionamiento gradual. Menos aún, el progreso histórico, social y material.
Unos siglos después, el entrenamiento en la virtud, que es un ideal de la paideia griega, se integra a los ideales cristianos (Werner Jaeger, Cristianismo primitivo y paideia griega). Los radicales que abandonan las comunidades cristianas, descontentos de su mediocridad, se van al desierto de Egipto. Hay quienes los siguen, y los ermitaños (del griego eremos, desierto) acaban por aceptar compañeros y discípulos. De ahí surgen las comunas radicales que aspiran a la vida perfecta y se dedican a entrenarse como profesionales de la virtud. En el siglo IV, el Asceticón o regla de San Basilio (el ermitaño, teólogo y obispo que recomendó a los jóvenes leer cristianamente a los clásicos griegos) define la paideia del progreso espiritual que adoptará el movimiento monástico.
Ascetismo y ascenso están relacionados en la práctica, aunque no etimológicamente. La raíz griega de ascetismo se refiere al trabajo bien hecho, el entrenamiento deportivo, los lugares para hacer ejercicio, lo profesional. La raíz indoeuropea de ascender se refiere a brinco, escalón, escalera, trepar. En la vida monástica, la escala de Jacob, por donde bajan los ángeles a la tierra, se convirtió en el símbolo del progreso espiritual, por donde suben los aprendices de la virtud. La regla de San Benito (siglo VI) dice sobre la humildad: Si "queremos llegar a la exaltación celestial, a la que se sube a través de la humildad en la vida presente, hemos de levantar con los escalones de nuestras obras aquella misma escala que se le apareció en sueños a Jacob [...] La escala erigida representa nuestra vida en este mundo" (traducción de Iñaki Aranguren). Un siglo después, San Juan Escolástico, más conocido como San Juan Clímaco (es decir: Escalante) define treinta grados de avance o escalones necesarios para subir al cielo, en su Escala espiritual (libro del cual se ha dicho que fue el primero impreso en México, aunque nadie ha visto un ejemplar). En el Escalón 4, dice: "Los que de veras se empeñan en aprender un oficio progresan de día en día. Así debe ser [...] Un buen banquero no deja pasar un día sin hacer cuentas de pérdidas y ganancias" (traducción de Teodoro H. Martín). A Weber le hubiese encantado esta comparación para La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
La escala de Jacob se vuelve así una vía de trepadores, después secularizada en los ascensos de la meritocracia, que empiezan por las graduaciones escolares: la "ritualización del progreso" criticada por Iván Illich en La sociedad desescolarizada y otros libros. Grados, gradas, progreso, sí están relacionados etimológicamente. Según el Diccionario latino de Blánquez, Cicerón dice en alguna parte: progredi in virtute, "hacer progresos en la virtud". Pro-gredi es avanzar grados, subir gradas.
Los monjes que dejan la vida normal, buscando en Dios su máxima realización personal, son hoy artistas, políticos, ejecutivos, que sacrifican todo a su carrera. La invitación de Santa Teresa al Camino de perfección se vende hoy como nunca, en los manuales de superación personal. Las "noches del alma" de San Juan de la Cruz en la Subida del Monte Carmelo se viven hoy en las angustias de Los trepadores de pirámides (Vance Packard). Como si el progreso hubiese impuesto los ideales monásticos, cada vez más personas viven completamente solas en edificios de apartamentos (celdas de ermitaños modernos), y están de moda la meditación y otras paideias de ascenso espiritual. Pero la voluntad de progreso personal no es todavía la historia como progreso.
El primer indicio aparece en otro tipo de escuelas: las catedralicias, de donde surgen las universidades. Bernardo, maestro y cancelario de la escuela de Chartres (famosa como centro de estudios platónicos), decía a principios del siglo XII: "Somos como enanos sentados en los hombros de gigantes, y podemos ver mejor y más lejos, no por nuestra propia eminencia visual o corporal, sino porque su estatura nos eleva y sostiene" (Juan de Salisbury, Metalogicon, III, 4). Y ¿quiénes eran los gigantes? Platón, Aristóteles. Contra la opinión común, Werner Jaeger (Humanismo y teología) observó que los primeros en recuperar a los griegos no fueron los renacentistas, sino los medievales. La paideia griega, que desapareció con el Imperio Romano, se había conservado en los monasterios del campo, gracias a lo cual pudo volver a las ciudades y sus centros de formación eclesiástica: las escuelas y universidades.
Pero hay algo más que paideia en la escuela de Chartres: una conciencia del progreso del saber, como algo distinto del progreso personal. Desde el punto de vista de mi estatura personal, dice Bernardo, yo soy poco en comparación con Platón y Aristóteles; pero el saber que hemos alcanzado los rebasa. Años después, en los vitrales de la catedral de Chartres, alguien tradujo la celebrada afirmación de Bernardo (atribuida a Newton y a media humanidad) en otra imagen de superioridad. Cada uno de los cuatro evangelistas está sentado sobre los hombros de un profeta bíblico: San Mateo sobre Isaías, San Juan sobre Ezequiel, San Marcos sobre Daniel, San Lucas sobre Jeremías (Robert K. Merton, On the shoulders of giants). La traslación de la metáfora es significativa (el Nuevo Testamento supera al Antiguo); pero Merton, que rastrea las atribuciones de la frase a lo largo de los siglos, no se ocupa del concepto de progreso, ni menciona a Joaquín de Fiore, cuyas ideas parecen inspirar esas imágenes de una etapa superada por otra.
Joaquín (1135?-1202) nació poco después de la muerte de Bernardo (antes de 1130). No se sabe si conoció su frase progresista, pero no simpatizaba con los modernos que habían puesto de moda a Platón y Aristóteles. Alguna vez (según Henri de Lubac, La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore) criticó la "superstitiosa exhibitio modernorum". (Por cierto que la palabra modernus tampoco es renacentista: la inventaron los medievales del siglo VI, según el Oxford English Dictionary.) Admiraba más a los profetas bíblicos que a los filósofos griegos, y acabó siendo el profeta de una nueva era. Según Norman Cohn (The pursuit of the millenium), "inventó el sistema profético de mayor influencia en Europa, hasta la aparición del marxismo."
El futuro mejor del mesianismo bíblico era la apoteosis de Israel como reino de Dios: paz, concordia, justicia, prosperidad y supremacía del pueblo elegido. Había variantes en la concepción. Para los zelotes, el Mesías iba a encabezar una revolución contra la ocupación romana (Oscar Cullman, Jesús y los revolucionarios de su tiempo). Cuando Jesús Nazareno Rey de los Judíos termina crucificado como revoltoso, con ese letrero que lo ponía en ridículo, ¿qué futuro quedaba? San Pablo predica la resurrección de Cristo y su retorno en el fin de los tiempos, en una apoteosis de la creación entera resucitada, en un tiempo absoluto, que se anticipa aquí y ahora por la fe y el amor.
San Agustín renueva y desarrolla ampliamente esta teología de la historia, ante la inminente caída del Imperio Romano, en el cual (desde la conversión de Constantino) muchos cristianos integristas vieron establecido el reino de Dios. ¿Qué futuro quedaba después de que Alarico saquea Atenas (396) y Roma (410)? San Agustín escribe La Ciudad de Dios entre 416 y 422, afirmando que la ciudad terrena, aunque sea cristiana, no es la Ciudad de Dios, que prevalecerá eternamente.
El año 1000 despertó una inquietud semejante, porque San Juan (Apocalipsis 20) había anunciado el fin de los tiempos en mil años, precedido por toda clase de desastres, antes de la restauración de "un cielo nuevo y una tierra nueva". Pero Joaquín renueva la interpretación del fin de los tiempos, con un optimismo que entusiasmó. Lo que seguía no era el fin del mundo, sino un tercer tiempo de la historia sagrada, en el cual los cristianos, movidos por el Espíritu Santo, irían restaurando el paraíso en la tierra: la renovación de la Iglesia, la conversión del mundo, que se completarían con la victoria final sobre Satán. Siete siglos después, criticando el entusiasmo por la máquina de vapor, dijo Baudelaire: la verdadera civilización no es el progreso material, sino "la disminución de las huellas del pecado original" (Mon coeur mis à nu 32)
Joaquín no se veía a sí mismo como profeta, sino como hermeneuta que se esforzaba en descifrar las Escrituras recurriendo a la "inteligencia espiritual" y a las cifras, diagramas, simbolismos. Marjorie Reeves (Joachim of Fiore and the prophetic future) presenta sus esquemas numerológicos e interpretativos, por los cuales llega a la afirmación de que la eternidad trinitaria se revela progresivamente en el tiempo, a lo largo de tres períodos (status) de la historia sagrada: primero del Padre, luego del Hijo y finalmente del Espíritu Santo. Al margen de sus cuentas, discutibles y complicadas (veintiún generaciones de Adán a Jacob, también veintiuna de Cristo a San Benito), lo importante es que Dios se manifiesta de una manera cada vez más profunda y completa. Lo temporal se va volviendo divino, y lo que sigue es una nueva época inspirada por el Espíritu Santo. Dice en el Liber concordiae novi ac veteris testamenti (cita de Lubac): "El primer estado fue colocado bajo los auspicios de la dependencia servil; el segundo, bajo los de la dependencia filial; el tercero, bajo los de la libertad. El látigo para el primero, la acción para el segundo, la contemplación para el tercero. Sucesivamente, el temor, la fe, la caridad; el estado de esclavos, el estado de hombres libres, el estado de amigos [...] La luz de las estrellas, la aurora, el pleno día." Ésta no era la teología de la historia hasta entonces conocida.
Joaquín era abad del monasterio cisterciense de Fiore, en Calabria. A diferencia de los primeros cenobios del desierto (comunidades de ermitaños que vivían cerca y se reunían para algunas liturgias), los monasterios occidentales eran comunas agrícolas dedicadas a la liturgia, el perfeccionamiento espiritual, el entrenamiento de novicios y los trabajos necesarios para subsistir, siguiendo la paideia establecida en una regla por el fundador, bajo la dirección de un abad. Inevitablemente, la combinación de donativos, trabajo y austeridad personal los hizo acumular y prosperar, especialmente a partir del siglo IX, cuando aumentó la productividad agrícola por una serie de innovaciones: las herraduras, arneses y pecheras que permitieron usar caballos y mulas, en vez de bueyes, para arar; el arado triple, la rotación de cultivos, la carreta de cuatro ruedas, en vez de dos (Lynn White, Tecnología medieval y cambio social). Los benedictinos prosperaron tanto que algunos radicales se fueron a fundar monasterios más austeros a lugares despoblados: los cistercienses, cuya mayor austeridad favoreció que prosperaran todavía más (de ahí salieron, a su vez, los trapenses, aún más estrictos). Desde otro punto de vista, la prosperidad de aquellos islotes de fraternidad, oración, estudio, trabajo, comunidad de bienes, ascetismo y servicio a la población (atraída por estos polos de desarrollo rural), pudo sugerir un modelo digno de extenderse a toda la sociedad. En el siglo xx, los koljoses rusos, las comunas chinas, los kibutzes israelíes, las zafras cubanas y otros proyectos semejantes parecen revivir estos ideales monásticos: la institución total donde se combinan la superioridad moral, el estudio de las Escrituras y el trabajo manual.
La mera existencia de comunidades monásticas era una crítica de la vida cristiana normal: una realización simbólica de la futura Ciudad de Dios. Pero Joaquín va más allá. Como paso previo a la conversión de toda la sociedad (la "Iglesia carnal") a la vida perfecta (la "Iglesia espiritual"), aparecerán nuevas comunidades que, en vez de recluirse, saldrán al mundo y lo convertirán. Cuando surge un laico radical, que quiere vivir totalmente identificado con Cristo, sin ser sacerdote, ni entrar a un monasterio (Francisco de Asís, 1182?-1226), sus seguidores recordaron la profecía de Joaquín y se sintieron anunciados como vía del futuro. Algunos (los llamados franciscanos espirituales) creyeron que había llegado el tiempo de acabar con la jerarquía eclesiástica, corrompida por el Sacro Imperio Romano, y se metieron en problemas.
Pero el entusiasmo por el futuro no sólo se refería a la vida religiosa, política y social. Cuando la física de Aristóteles (que entonces era lo moderno) estaba en su apogeo, el franciscano Roger Bacon (1214?-1294?) abogó por la ciencia experimental y anunció (siglos antes que Leonardo) máquinas voladoras. Según White, el año 1260 escribió: "Es posible construir máquinas gracias a las cuales los barcos más grandes, con sólo un hombre que los guíe, se desplazarán más rápidamente que si estuvieran repletos de remeros; es posible construir vehículos que habrán de moverse con velocidad increíble y sin ayuda de bestias; es posible construir máquinas voladoras en las que un hombre [...] podrá vencer al aire con alas como si fuera un pájaro [...] las máquinas permitirán llegar al fondo de los mares y los ríos." Se dice que Bacon inventó los anteojos para leer.
En su monumental historia de La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore, Henri de Lubac va del siglo XII al XX, pasando por Tomás de Aquino (que lo critica), Dante (que lo pone en el paraíso), Münzer (que lo convierte en inspiración revolucionaria), Campanella, Böhme, Lessing, Herder, Saint-Simon, Hegel, Schelling, Comte, Hugo, Marx... y aun el joven filósofo Bernard-Henri Lévy, que en El testamento de Dios evoca el "debate entablado a través de los tiempos entre Agustín y Joaquín de Fiore", para argüir contra la teología de la revolución.
En dos milenios, desde Isaías hasta Joaquín: Lo mejor deja de estar en el pasado o el presente y se coloca en el futuro. Se abre el reino de la esperanza en una vida mejor. El paso a la vida mejor se transforma en un salto de conversión al amor, mientras llega el fin de los tiempos, que se pospone una y otra vez. El salto se profesionaliza en una paideia gradual. El progreso espiritual se extiende al progreso del saber y la revelación. Los tiempos mejores dejan de ser eones: la eternidad se inserta en la historia y el paraíso futuro se va construyendo gradualmente en la tierra.
Una vez integrados todos estos elementos, el mito del progreso adquirió una fuerza arrolladora, y, desde el siglo XVIII, se volvió una fuerza ciega que ignora sus orígenes y considera evidentísimo y hasta científico lo que es realmente una fe religiosa. -
http://www.letraslibres.com/index.php?art=10067
© EDITORIAL VUELTA 2008
DICIEMBRE DE 2004

Clas14 La Escuela de los Annales


La Influencia del Movimiento de los Annales



La historiografía de finales del siglo XIX estuvo marcada por la influencia del Positivismo[1], que representa una historia de tipo lineal, que tiene implícita la idea de progreso, a través de una visión cronológicamente ordenada de los hechos históricos de carácter político, centrándose en personajes con grandes consecuencias historias, capaces de avanzar en la humanidad. Según Suárez propone que el Positivismo, se presentó como filosofía al servicio de la ciencia natural secularizada, casi podría decirse que era una negativa a la especulación filosófica..[2]
Esta idea de una historia ordenada, representa la imagen del progreso: razón y conciencia. Debido a que, la organización de procesos y hechos esta en consecuencia a la creación de Estados nacionales, proceso histórico que se desencadena en forma paralela al positivismo en el siglo XIX y que tenía por objetivo legitimar el pasado formalizando una historia oficial, sustentada en el estudio de los archivos y bibliotecas nacionales.
Según Duby, en esta época la mayoría de los historiadores veteranos se dedicaban aún al estudio del poder político, militar o religioso en sus manifestaciones externas
[3].
Esta tendencia, era coherente con los problemas de la credibilidad histórica, que proponen entender a las sociedades científicamente y establecen su estudio a través del método fundamental, por medio de la experimentación. Por ello, la crítica histórica estará basada en una metodología que se sustenta en la Heurística (Selección) y Hermenéutica (Crítica). Por lo tanto, el Positivismo aborda los hechos empíricos a partir de la aplicación del método científico, propone un conocimiento fundado en una ciencia empírica de hechos comprobables. Los positivistas, estaban dispuestos a hacer un hueco al conocimiento histórico en la escala de las ciencias, pero a cambio de que él aceptase los principios y normas que regían en la ciencia natural. Así se originó un curioso proceso, la cientificación de la historia y la historización de la naturaleza
[4].
Sin embargo, es un consenso que todo es historia, ya que la historia como tal es una síntesis de todo lo que pasa, la que crea sus propios escenarios sobre los cuales estudian los historiadores. Donde la objetividad y interpretación presentan problemáticas e influencias de su propia historia, ya que la historia no es solamente política, sino también es social producida de la situación del presente; en este sentido se entiende la historia como acaecer y acontecer.
La revista Annales d'histoire économique et sociale, la Ecole des Annales, fundada en 1929 por dos historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Febvre, discípulos de los que Peter Burke llamó el Antiguo régimen historiográfico
[5], reunía a un grupo de historiadores que, rechazando la historia tradicional basada en los acontecimientos políticos y de los grandes personajes, prefería analizar aquellos procesos que se denominó bajo el termino de la larga duración e intentaba abrirse a las otras ciencias humanas, a través del trabajo interdisciplinario.
Los planteamientos de la revista de Annales no eran del todo originales, respondían a una serie de ideas que se venían dando al finalizar el siglo XIX. Y que tenían influencia directa de importantes personajes, como Vidal de la Blanche, Émile Durkheim y Francois Simiand. El primero con su "nueva geografía", planteaba enfáticamente los problemas humanos en esa disciplina; Durkheim y su sociología, buscaba una supersociología que abarcara todo lo humano y por lo tanto incluyera a lo histórico.
La otra influencia importante fue la planteada por el economista Francois Simiand, quien planteaba que había que combatir a los “tres ídolos de la historia imperante”
[6]:


1. El ídolo político: preocupación excesiva y casi única por la historia política, los hechos políticos, las guerras;
2. El ídolo individual: el excesivo énfasis en los "grandes hombres" o los héroes;
3. El ídolo cronológico: la costumbre de perderse en estudios sobre los orígenes. Este último es muy común, y hay que tener mucho cuidado con él.
El movimiento de los Annales fue concebida desde tiempo atrás de su fundación, y fue pensada no solamente como una publicación más sobre historia, sino con la intención, más ambiciosa y amplia, de ser una guía intelectual en la historia económica y la historia social. Siguiendo las ideas planteadas por Burke, contra la opinión extendida, desde su interior los Annales no se consideran una “escuela”, sino una “corriente”, ya que no hay una sola línea unitaria, y sí en cambio múltiples proyectos y enfoques individuales. Se trata de una “escuela” unificada sólo a los ojos de sus admiradores extranjeros y de sus críticos del propio país.
[7]

Para considerar las principales características de esta corriente, al menos en sus principios, se debe tener en cuenta[8]:


1. El Fin de la historia política: Con la idea de que todo es historia, y todo es historiable, se propicia la historia de toda la gama de las actividades humanas en lugar de una historia primordialmente política. Representada por la lucha contra la historiografía tradicional, positivista o historicista, concentrada en el estudio de lo político y lo diplomático de corto plazo
[9], una historia que se consideraba de acontecimientos, con cierto tono despectivo.

2. La importancia de la interdisciplinaridad: Se valora de sobremanera la estrecha colaboración con otras disciplinas, lo que significaba la apertura al resto de las ciencias sociales, en este sentido supone que los estudios históricos que se basan o apoyan en disciplinas como la economía, la geografía, la sociología y la antropología, lo que sólo comienzan a desarrollarse ampliamente a partir de los Annales. Es por ello, que los Annales han tenido influencias de la economía, la sociología, la antropología y otras ciencias, a tal grado que Fernand Braudel, se planteó la necesidad de estos intercambios, afirmando que había que ver lo que hacían los vecinos científicos sociales.


3. Aportaciones metodológicas. Éstas implican nuevos enfoques, nuevos objetos de estudio e incluso nuevas fuentes. Lo que considera, la sustitución de la tradicional narración de los acontecimientos por una historia analítica orientada por un problema.
Los paradigmas metodológicos de los Annales, están guiados por las ideas que los autores han aportado a la historia como disciplina.


Entre ellas, se destacan:


  • Método comparativo.

  • Historia global y globalizante.

  • Historia problemática.

  • Historia abierta.

  • Historia multideterminada o compleja

  • Larga duración histórica
[10].

En relación a lo planteado en la Revolución Historiográfica francesa de Burke, la corriente de los Annales ha tenido distintas etapas o la sucesión de tres generaciones. Esa historia ilustra el común proceso cíclico en virtud del cual rebeldes de hoy se convierten en conservadores del orden mañana, para volver a rebelarse otra vez.


1ª Etapa: 1929-1945
[11].

Corresponde al momento fundacional, donde la revista tiene una dirección conjunta por parte de Marc Bloch y Lucien Febvre
[12]. En esta predomina una historia globalizadora económica y social. Se trataba de un grupo pequeño, radical y subversivo que libraba la guerrilla contra la historia tradicional, la historia política y la historia de los acontecimientos.

2ª: Etapa: 1945-1968
[13].

Esta segunda fase del movimiento, en la que cabía hablar ciertamente de una “escuela” con conceptos distintivos (en particular estructura y coyuntura) y sus métodos distintivos (especialmente “la serie histórica” de los cambios producidos a largo plazo).
[14] Época que se caracteriza por la influencia indiscutida de Fernand Braudel, en consecuencia a que su liderazgo es tan definitivo que se le ha denominado a este periodo de tiempo, la etapa de Braudel, quien con su prestigio logra conjuntar muchos elementos a su favor, entre otros el renombre por la publicación de su obra El Mediterráneo...
En esta etapa se busca el desarrollo interdisciplinario, ya que hay una intensificación del encuentro de la historia y las ciencias sociales, principalmente con la geografía, la sociología y la economía, pues aún domina el enfoque de la historia económica y social que podemos llamar globalizante
[15]. Además es importante considerar, que representa el nacimiento de la historia cuantitativa.

3ª Etapa: 1968-1989
[16]

Sobre esta periodización hay varias propuestas, pese a la coincidencia en iniciar la etapa en 1968. Una de ellas, tal vez la más extendida sostiene que dicha etapa perdura hasta nuestros días. La otra, como Burke quien afirma que dura hasta 1989 y esta fuertemente esta marcada por el desmenuzamiento, debido a que existe una pluralización del proyecto original de los annalista.
En esta época la influencia del movimiento, era tan grande que algunos consideran que el grupo había perdido no poco de su anterior carácter distintivo. Sus integrantes de la escuela, se apoyan en la idea de que siempre han reconocido sus diferencias. En esta época, la historia económica y social globalizante es paulatinamente abandonada, y en cambio se acude con la antropología histórica. Siendo una de sus matrices fundamentales, lo que se ha llamado la Historia de las Mentalidades. La cual busca la comprensión de las conductas y comportamientos colectivos de otros tiempos que conllevan, evidentemente, las manifestaciones grupales del vivir de los individuos en sociedad
[17].
Incluso, siguiendo los planteamientos de Burke, algunos miembros pasaron de la historia socioeconómica a la historia sociocultural, en tanto otros están volviendo a descubrir la historia política y hasta la historia narrativa
[18]. Los autores más representativos de esta etapa son Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie, Marc Ferró y Georges Duby. Es una época de gran expansión del movimiento en diferentes sectores y lugares geográficos, ya que es aquí cuando los seguidores de los Annales ocupan puestos claves en distintas universidades, las editoriales y los medios masivos de comunicación; lo que permitió su proyección. Y tal vez por la misma razón, muchas de sus obras alcanzan a ser Best sellers.
Desde los años 70, historiadores antes enunciados prosiguen el proyecto interdisciplinar de los fundadores de la Ecole des Annales basándose en sus trabajos de antropología y sociología. Esta "Nueva Historia", que se interesa particularmente por la historia de las mentalidades, tal como se ha establecido, presenta en si mismo el germen de la pulverización, ya que los autores de esta corriente estudian distintos y disímiles aspectos de la vida cotidiana, tales como la muerte, el sexo, la mujer, las mentalidades, la vida privada, muchos temas que aunque interesantes, generalmente se encuentran de cierta manera desligados, y caen con demasía en la especialización. Por ello, una crítica podría ser que se presentan reducidos en tiempo y espacio de análisis, aunque su fortaleza esta representada por lo atractivo que es para el público no especialista..
En este sentido no podemos dejar pasar, de definir que el término mentalidad, que representa la base para entender la forma de hacer historia en esta útima etapa de los Annales, en el sentido lato, deriva de la filosofía inglesa del siglo XVII para designar una forma colectiva del psiquismo la forma particular de pensar y sentir de un pueblo, de un grupo de personas
[19].
Aproximándose a los caracteres y contenidos de la Historia de las Mentalidades Michel Vovelle
[20] ha distinguido diversos niveles y orientaciones en su desarrollo, señalando en primer lugar, su orientación original hacia una aproximación renovada de lo que ha sido la historia cultural o la historia de las culturas. Un segundo nivel, corresponde a la focalización en las actitudes colectivas menos conscientes que surgen a partir del estudio del mundo de las sensaciones y que terminan creando una frontera con la llamada historia de la cultura material. Y un tercer nivel de la historia de las mentalidades se refiere a la psiquis individual y las relaciones culturales.
En este sentido, es importante destacar que las mentalidades,(…) se mueven precisamente entre la psico-historia y la historia de la cultura, y no podría ser de otro modo, en tanto todo individuo construye su historia moviéndose a partir de las inter-relaciones existentes entre su mundo interior y su mundo cultural.
[21]
También en esta última etapa se puede distinguir la existencia de lo que representa una vuelta a los planteamientos teóricos originales, a la historia global, a la historia política, a la interdisciplina.



Citas
[1] Para Collingwood, en Idea de Historia, (México, 1968), el positivismo es una filosofía al servicio de la ciencia natural, que tenía por objetivo comprobar los hechos para establecer leyes. En relación a que toda ciencia empezaba por comprobar los hechos para descubrir sus conexiones causales. De esta manera, el proceso histórico se identifica al proceso natural y por eso los métodos de la ciencia eran aplicables a la interpretación de la historia, a través del análisis y la critica de fuentes.
[2] Luis Suárez, Las Grandes Interpretaciones de la Historia, (España, 1968), pp.107-111.
Según este autor, Los positivistas no sólo rechazaban la idea de que Dios fuese creador y providente sustentador del mundo; tampoco admitían la doctrina kantiana de fundamental separación entre Naturaleza e Historia.. El padre del Positivismo sería Augusto Comte (1789-1857), quien publicó su “Curso de Filosofía Positiva” entre 1830 y 1842, que contienen la replica francesa, fiel al sentido de la ilustración, contra el idealismo hegeliano. Para el Positivismo hay una línea recta desde Comte a Descartes, que pasa por Condorcet, la ciencia conduce al descubrimiento de leyes matemáticas, en su trabajo pasa por 2 fases: una de análisis, en que s realiza el establecimiento de hechos, otra de síntesis, en que se descubren y formulan leyes. La historia positivista tenía que sujetarse a este método.
[3] Duby Georges, La Historia Continúa, (España, 1992), p.7.
[4] Luis Suárez, Op.Cit. p.108.
[5] Véase Peter Burke. Op.Cit., pp.15-19. tipo de historia estuvo principalmente dominada por el Positivismo, ya explicado anteriormente.
[6] Peter Burke. Op.Cit. pp. 18 y 19.
[7] Peter Burke, Op.Cit. p.12.
[8] Peter Burke, Op.Cit. pp.11 y ss.
[9] Fernand Braudel, en su estudio La Historia y las Ciencias Sociales, propondrá los término de corta, mediana y larga duración, para referirse a los procesos históricos, dentro de la influencia de las ideas economistas.
[10] Véase Fernand Braudel, Op.Cit. p. 70 y ss.
[11] Véase Peter Burke, Op.Cit. pp.20-37.
[12] Según Peter Burke, Lucien Febvre y Marc Bloch, fueron los directores de lo que podía llamarse la revolución historiográfica francesa, por al idea del cambio rotundo con la forma de concebir la historia que los precede.
[13] Peter Burke, Op.Cit. pp.38-57
[14] Peter Burke, Op,Cit. P.12.
[15] Historia globalizante. Con influencia de Marx, para quien sólo había una ciencia: la historia, el enfoque globalizante de los Annales lo es en dos sentidos: Por su objeto de estudio pertinente y por el modo de aproximación a los problemas. Se intenta romper la dicotomía entre pasado y presente y entre prehistoria e historia. Se considera que el objeto de la historia es todo lo humano: la alimentación, la vida privada y el sexo, además de los temas ya tantas veces estudiados: lo político, lo económico.
[16] Peter Burke, Op.Cit. pp.68-93.
[17] Eduardo Cavieres, En Sociedades y mentalidades en perspectiva histórica, (PUCV, Chile, 1998), p.159
[18] Véase Peter Burke, Op.CIt. pp.68-94.
[19] Eduardo Cavieres, Op. Cit., p.152.
[20] Estos niveles propuesto por Michel Vovelle, se extrajeron del articulo del profesor Eduardo Cavieres, Op. Cit., pp.158-159. En “Sociedades y mentalidades en perspectiva histórica”, originalmente s encuentran en Michel Vovelle, Aproximación a la Historia de las mentalidades colectivas, Cuadernos de Historia, Vol. XII, U. de Lima, 1991.pp.14-21
[21] Eduardo Cavieres, Op.Cit. p.159

Clase 14 Historiografía posterior al Positivismo



Historicismo


  • Tendencia filosófica, inspirada en las ideas de Benedetto Croce y Leopold von Ranke.

  • Considera toda la realidad como el producto de un devenir histórico.

  • Concibe al ser esencialmente como un devenir, un proceso temporal, que no puede ser captado por la razón.

  • Concibe el devenir como historia y utiliza más la ciencia del espíritu.

  • Según el historicismo, la filosofía es un complemento de la historia.

  • Su tarea consiste en llevar a cabo una teoría de la historia.

  • Esta se propone efectuar una exploración sistemática de los hechos históricos.

  • Los hechos políticos, científicos, técnicos, artísticos, religiosos, etc., pueden ser considerados hechos históricos porque tienen importancia para la vida del hombre.

Wilhelm Dilthey: Introducción a las ciencias del espíritu



  • Todo elemento del pensamiento abstracto, científico, actual; lo confronta con la naturaleza humana entera, tal como lo muestra la experiencia, el estudio de la lengua y de la historia, y busca su conexión.

  • Influencia sobre la metodología de la historia posterior al positivismo

  • Tarea del historiador:

  • Reconstruir el pasado y admitir la verdad de su pretensión

  • Historiador reconstruye, revive en su propia mente las situaciones que produjeron estos hechos que llegan a su conocimiento

  • Mediante datos y testimonios del pasado porque es hombre.

  • La atribución a la humanidad del historiador de la capacidad de revivir hace depender la riqueza de su conocimiento de la riqueza de su experiencia.

  • Por ser un conocimiento de las acciones que en el pasado realizan mentes humanas, la Historia exige una experiencia psicológica.

  • Es importante someter los datos a una análisis psicológico para comprender a un hombre

  • El yo subjetivo del historiador: identidad entre lo que conoce y lo concordado, puesto esto es vida y no puede comprenderse sino mediante otra vida total.


Karl R. Popper, La miseria del historicismo


"Una aproximación a las ciencias sociales que asume que la predicción histórica es su objetivo principal, y que asume que su objetivo es alcanzable mediante el descubrimiento de los "ritmos", o los "patrones", las "leyes" o las "tendencias" que subyacen a la evolución de la historia" (Introducción).


Popper criticó este tipo de historicismo, practicado, según él, por filósofos como

=> Hegel

=> Marx

=> Oswald Spengler.

Spengler y la "Decadencia de Occidente"

Los antecedentes de Spengler.

En sus obras los términos como raza, decadencia son para algunos, según el son motivos de comparación entre culturas o la evolución de ellas.
Spengler cita a varios autores en sus obras tal es el caso de Nietzche quien es mencionado con reiteradamente junto con Goethe, siendo el Conde de Gobineau y Flinders Petrie quienes influyeron en su doctrina.

Las ocho culturas.
Su ensayo mas importante fue “La decadencia de occidente”, que luego de San Agustín siendo de gran importancia para una nueva interpretación de la Historia.

Creía que en la conciencia racional del hombre radica el conocimiento de la Historia, pero esta conciencia era de mucho antes, provenía de la cultura occidental.

En 1904 su tesis sobre Heraclito formulo que el filósofo había encontrado una ley que establecía que todo el cosmo era una ley del eterno retorno. Que se explica de la siguiente forma a esta ley se encuentra todo lo vivo aunque este comportamiento de naturaleza (vivo), no sea similar al de la Historia.
Este método fue modificado ya que se creía que la verdad histórica no se analiza, por el contrario se intuye dicha intuición corresponde a la imaginación creadora.
Spengler era partidario del idealismo de Hegel que era importante captar el conjunto espiritual o sea, el “alma de las culturas”, que llevan a los hechos.

La Historia Universal es única pero cambia al mismo tiempo, ya que una es la representación en el que las entidades históricas se van construyendo y es lo que denomina cultura. Que Spengler lo define como una autorrealización del hombre con sus valores espirituales. Esta evolución tiene semejanza con las estaciones del año, que pretende decir que tanto la evolución de las estaciones están subordinadas por el efecto de la Ley del eterno retorno de Heraclito.

La ley de Heraclito se le puede dividir en cuatro etapas que son: primavera, verano, otoño e invierno. Siendo invierno la única que corresponde al hombre de civilización por su dominio en la ciudad que junto a esta evolución la decadencia y la muerte con necesarias.

A lo largo de la historia han existido ocho culturas: egipcia. Babilonica, china , india , mejicana , apolinea , magica y faustica. Las tres últimas etapas son objeto de atención para Spengler, siendo apolínea la griega y romana, mágica corresponde a iranios, hebreos, árabes y finalmente fáustica es del occidente.

Spengler en su obra solo analiza las causas de la decadencia, valiendose de comparaciones para así establecer un grado de madurez en ellas.

Cada cultura es como un ser vivo y que en su interior tiene algo que es propio de ella y que Spengler lo denomina alma, que para él es un concepto fundamental de la existencia. Siendo el alma captada de una cultura nos ayudamos de hechos históricos y finalmente la historia queda explicada.

Spengler concluye diciendo que su metodología es una “morfología” de la Historia que es el estudio de las formas que adoptan las culturas.

Morfología de las culturas.
Hay muchos aspectos del pensar de Spengler que no son explicados en su obra “La decadencia de Occidente” y que se explican en “El hombre y la técnica”. En la que la madurez de la conciencia histórica esta reflejada en dicha obra.

La historia es parte de una cultura, que adopta la forma de intuición que no es similar en todas las etapas de la historia, sino en uno específico que corresponde a la transición de la tercera a la cuarta etapa (invierno). Es ahí cuando el hombre es capaz de intuir el alma de la cultura.

La acumulación de intuiciones permite el esquema de todas las culturas, después una diferenciación con el fin de estudiar, entender cuales son sus características originales.

Comparar culturas es un asunto de suma importancia ya que la mayoría de las veces se hace la tarea de descomponerlas (cultura), y se debe entender una cultura como un todo homogéneo.

Spengler solo realizo comparación de la cultura fáustica con la apolínea y refiriéndose a la mágica de forma incompleta. De ella saco dos conclusiones
Cada cultura tiene un periodo de vida de mil años.
Entre dos culturas que se comparan siempre existen analogías y homologias.

El cuadro comparativo de las culturas.
Establece la comparación de la cultura apolínea y fáustica, tomando mayor relevancia a lo políticos, arte y espíritu.

La pluralidad de las formas espirituales.
Spengler pretende analizar de forma particular las culturas y concreta su mayor descubrimiento “la identidad y la pluralidad de formas espirituales”.
Y oponiéndose a toda Historia Universal junto al progreso uniforme, diciendo:
“que la constancia de las formas espirituales es una ilusión”. Pretende decir que toda cultura tiene una valoración de la vida.




Clase 13 Marxismo





















El Marxismo: Karl Marx

  • Interpretación materialista de la historia.
  • Progreso entendido a través de la lucha social por lograr la revolución comunista.
  • Fin de la historia: libertad del proletariado
  • Hombre nuevo: comunista que trabaja para la colectividad.

“La Humanidad domina la Naturaleza, pero el hombre pasa a ser esclavo del hombre el resultado de todas nuestras invenciones y de todo nuestro progreso parece ser que los poderes materiales se revisten de vida espiritual, mientras que la vida humana se rebaja a una fuerza material. Este antagonismo entre moderna miseria y corrupción; este antagonismo entre las fuerzas de producción y las condiciones sociales de nuestra época, es un hecho tangible, dominante e innegable (...) Pero nosotros reconocemos en este antagonismo el espíritu más sabio que procede con agudeza a acoplar todas las contradicciones. Nosotros sabemos que para alcanzar la nueva vida, la nueva forma de producción social necesita solamente de hombres nuevos”.

  • El materialismo histórico se opondrá radicalmente al positivismo.
  • Alejado del stalinismo tiende a definir adecuadamente las categorías históricas:

    • Modo de producción
    • Formación económico-social
    • Relaciones de producción

Clase 13 Positivismo

  • Debe su impulso a Ranke.
  • Interpreta el hecho histórico como realidad aséptica y objetiva
  • Para hacer historia basta con dejarse llevar por los documentos.
  • Se renuncia a la interpretación
  • Recibió críticas de Croce, Spengler, Toynbee.

La ilustración y el idealismo alemán habían logrado desechar la noción de un plan divino que determinaba a la historia, por lo que urgía otorgar una explicación positiva a los acontecimientos humanos. Entonces, el positivismo es una filosofía al servicio de la ciencia natural secularizada. En definitiva, la especulación filosófica es vana mientras no existan antecedentes científicos que la refrenden, con lo que se borra la separación entre naturaleza e historia propugnada por el kantismo, de modo que también se asigna un lugar a la historia entre las ciencias de la naturaleza.

Así, el método histórico contiene dos etapas: una de análisis en que se establecen los hechos
y otra de síntesis en que se descubren y formulan leyes.

Lo anterior impulsó, en toda Europa, un formidable movimiento de investigación documental que apuntaba a reconstruir minuciosamente los acontecimientos, y en el que los estudios monográficos sustituyeron a las historias generales. Además, la publicación del Origen de las especies en 1859 por Darwin, reforzó la idea de la inexistencia de la separación entre naturaleza e historia, pues el medio natural no es uniforme y también tiene historia. Dicha obra reforzó la noción de la noción de progreso y a aquellas corrientes dentro de la historia que se ocupaban de las razas, dentro de las cuales también existe una suerte de selección natural.

Curso de Filosofía Positiva de Augusto Comte (1798-1857):

  • Constituye una suerte de réplica francesa al idealismo alemán, que refuerza la idea de la historia como expresión de la naturaleza, y que para conocer positivamente cada fenómeno, este debía ser contextualizado en su propia época.
  • Pero Comte no comulgaba con el espiral dialéctico de Hegel y más bien consideraba que la razón se desarrolla acumulativamente a través del tiempo, donde la ciencia avanza inexorablemente hacia el dominio del mundo, y la filosofía a alcanzar la verdad.
  • En definitiva lo que importa es el movimiento, aunque no sea uniforme, la humanidad progresa, por lo que el fin de la historia no es el presente, sino que está en el futuro.

    Comte propone una ley de valor universal para todas las ramas del saber humano, que consiste en tres etapas:

    1. Etapa teológica o niñez, en que el conocimiento del mundo pasa por la acción de varios o un ser sobrenatural
    2. Etapa metafísica o juventud, en que el conocimiento del mundo tiene lugar mediante abstracciones
    3. Etapa positiva o adultez, en que el hombre renuncia a encontrar una explicación única del mundo y se lanza a conocer las relaciones causales entre diversos fenómenos para descubrir las leyes que rigen el orden de la naturaleza y la historia.

    La verdad absoluta no puede ser alcanzada, pero si trozos de verdad que constituyen el permanente progreso de la humanidad.

    AUGUSTE COMTE (1798-1857)
    - Padre del positivismo, cree sólo en la historia demostrable.
- Historia encaminada a la perfección del hombre a través de la ciencia.
- Modelo: civilización occidental.